martes, 31 de diciembre de 2013 a las 3:04
Si alguna vez pierdes tu patria,
si alguna vez la sientes lejos.
Recuerda: en mi cama
siempre tendrás un hogar
donde no echar de menos.

a las 2:30
Perdí la inocencia aquel sábado noche, el día de los inocentes. Hoy he pasado por la plaza y he vislumbrado su figura, fumando en la ventana, con las ansias esperándole justo detrás, metidas en la cama. La ficción supera a la realidad hasta que la realidad vuelve y... la ficción dolía menos. Era un dolor sordo. Ahora es punzante. Aquellas palabras que se me atragantaban en la garganta eran como un hambre invisible. De él. Una sed mortal. Siguen atrapadas. ¿Y si no es un te quiero? La ficción es un mecanismo de protección. Mi inocencia, en un rincón con vistas al centro de la tierra, lo susurra desde el sábado. Te quierodio.
viernes, 27 de diciembre de 2013 a las 20:51
Lo sabes cuando andas desnortada sin miedo a caer presa de ninguna fiera. Cuando el tiempo se licua y te nubla los sentidos, igual que el vino que agitas en tu copa. Lo sabes cuando recuerdas el color de sus ojos, y recuerdas que nadie le ha puesto nombre a ese color aún. Y cuando sonríe mirándote y te sube el calor por el cuello, y tú sonríes y él está rojo. Lo sabes cuando tu corazón inflamado se calma y late más fuerte. Y él late más fuerte aún en tus entrañas. Lo sabes cuando te lee con las manos y tú le estás dictando en braile que te lea entera, hasta el final. Cuando recuerdas su olor, el suyo, y su sabor, en la noche y en la mañana. Cuando sientes la desesperación de estar viendo un espejismo y sabes con certeza que desaparecerá igual que ha venido, dejándote la misma sed mortal. Lo sabes cuando intentas retenerlo y se te escapa de las manos dejando una estela de besos. Cuando prometéis con la mirada esperanzada que ninguno tiene, porque sabéis que si existen dos futuros uno devorará al otro. Dejaré que me devores, tragaré contigo. Lo que sea con tal de volver a sentir las náuseas que me provoca el reprimir un te quiero mirándote a los ojos. Lo que sea con tal de volver a sentirme atada a tu cama por este nudo en la garganta que no me deja decirte lo que siento. Es entonces cuando sabes lo que es estar enamorada.
sábado, 21 de diciembre de 2013 a las 23:48
florecer en la añoranza
y marchitarse en la tierra,
allá donde las raíces
esperan tu vuelta.

tardé en pensarte
y no pensé en la espera.
a veces pasan, fugaces,
los años sin rumbo.

y en la ciudad del viento
con los ojos, te busco.
no hay nadie en la calle,
la esperanza se apaga.

hoy vuelvo a casa
con las manos vacías,
y mi sonrisa se hunde
en la noche de otro.

y florezco entre mantas
soñando tus ansias,
imaginando que despierto
y te reconozco.


lunes, 16 de diciembre de 2013 a las 20:34
Yo soy más de crear que de destruir, aunque a veces el caos que creo acaba destruyéndolo todo.
domingo, 15 de diciembre de 2013 a las 23:47
Hoy duele. Duele escuchar la que era nuestra canción y sentir el nudo en la garganta. Duele recordar cómo me sentía como la chica de la peli y te pensaba como el chico poco comunicativo pero guapísimo que la quería a morir. Duele vislumbrar tu sombra recortada mirando por la ventana de la habitación en las alturas, las estrellas al alcance de nuestra mano, la luz tenue brillando en nuestros ojos y un pequeño colchón para soñar juntos. Duele que todo aquello no vaya a volver jamás, duele que se acabara antes de lo debido. Duele haberte esperado y duele que hayas venido. Duele que ya fuera tarde, duele que esto muriera demasiado pronto. Duele este verano de trabajo y discusiones, duele el otoño de sombra y frío. Duele verte después de tanto tiempo, después de un año, de un mes, y que seas el mismo pero nosotros ya no seamos los mismos. Duele ver que sigues tu camino y yo el mío, cuando una vez caminamos por el mismo, blanco como la nieve, como dos niños pequeños que descubren el mundo y sus entresijos. Duele recordar cómo nos descubrimos como dos adolescentes y nos hartamos como dos adultos para acabar perdidos como dos ancianos. Duele saber que son tus últimos días aquí y que he roto lo que te trajo hasta aquí. Y duele, todo duele. Hoy duele, como nunca hasta ahora.
martes, 10 de diciembre de 2013 a las 23:18
Despedí noviembre de madrugada. Noviembre dulce, había escrito en el calendario, pensando en chocolate. Chocolate oscuro, amargo, fuerte, como a mí me gusta. Así fue noviembre. Oscurso, amargo y fuerte. Me lo acabé y me quedé con las ganas. Al fin y al cabo... a nadie le amarga un dulce.
miércoles, 4 de diciembre de 2013 a las 0:18
Una vez, para castigarme por ser tozuda, me llevó al bar más cutre que conocía. Él conocía todos los bares, y todos los bares lo conocían a él aunque nunca los hubiera pisado. Solamente había señores y gente de barrio en aquel lugar, pero la mesa maltratada y aquellas cervezas en copa sabían a España castiza. Me hizo reír, siempre lo conseguía. La noche caía fuera y él no quería darme la mano. ¿O sí? No lo recuerdo. No recuerdo si alguna vez conseguí pasear de la mano con él. Pero no me importa. Recuerdo su mirada y su boca, y su barba, y recuerdo que sólo me sonreían a mí. Recuerdo que me arañaba el alma cada vez que tenía que huir de su casa al amanecer, como una cenicienta trasnochada. Ronroneaba y me pedía que me acurrucase cinco minutos más, pero nunca me quedé, nunca tuve su sexto sentido para saber cuándo está bien y cuándo no. Recuerdo que estuvo bien que un día me llamara por teléfono para decirme "te quiero" a las ocho de la mañana, recuerdo mi cuerpo sonreír por dentro, mis ojos irradiar felicidad, mi alma estallar.

Después recuerdo todo lo que siguió y la sonrisa desaparece, perdida en algún lugar del océano que nos separa. Y solo supe que no estuvo bien cuando ya no había posibilidad de sacarla a flote.
miércoles, 27 de noviembre de 2013 a las 23:51
Escucho la lluvia caer fuera y me pregunto si tú también la escucharás. Si la hueles, y sientes que te cala en los huesos. Me duele en el alma imaginarte a cientos de kilómetros, solo, a oscuras, donde te dejé. Ahora, en un universo paralelo, nos acurrucaríamos bajo la manta en tu cama y escucharíamos juntos la misma lluvia, el mismo olor a tierra mojada. Pero no. Me fui, y conmigo me llevé nuestras sonrisas del principio, y tú te quedaste con mis malas caras y mis lágrimas del final. Aún así, me sigue doliendo el alma.
martes, 19 de noviembre de 2013 a las 22:34
Al boli que le robé se le ha acabado la tinta. Casi al mismo tiempo que al corazón que me robó se le ha acabado la paciencia.
lunes, 18 de noviembre de 2013 a las 22:45
I shot for the last time. My last shot at it. No more bullets. I gave it three shots but there's no distance that a human being can save. And if life is itself a journey, then there is no salvation for love.
viernes, 1 de noviembre de 2013 a las 13:10
Cuidado con lo que deseas, podría hacerse realidad. Ni en las mejores películas (cortas) me habría imaginado tu vuelta. El día de todos los santos. Tú (o tu fantasma), siendo un pobre diablo. Se superponen dos negativos de recuerdos en mi memoria: una bici, el fragor de las luces nocturnas a través de un vaso vacío, perder el rumbo. Anoche perdí el rumbo y, por suerte, o por desgracia, no hubo pirata que me secuestrara en el camino, que respondiera a mi canto de sirena. Una mera ilusión en el oasis del infierno que espera en alguna parte. El infierno siempre llega, pero anoche... anoche no, anoche un ángel guardián me custodió hasta mi casa. El pecado puede esperar.

La rabia

lunes, 28 de octubre de 2013 a las 13:00
Veo que tiene todo lo que yo no tuve. Tiene atención, todas las atenciones por todos los medios que ella desea, un deseo que tú mismo has decidido enarbolar como el tuyo. Pero ese deseo no ha surgido de la nada. Ese deseo surgió de la insatisfacción, del dolor y del abandono que yo sentí durante mucho tiempo. Te veo cubrir las necesidades y el deseo que yo tuve, ahora, en otra persona, y siento rabia.
¿Por qué tuve que ser yo la primera? ¿Por qué no aprendiste junto a mí? ¿Por qué no cambiaste por mí? Todas las preguntas quedan sin responder, en el vacío, haciendo eco entre los abismos que me ha dejado tu recuerdo, tu paso por mi vida, tu huella imborrable.
Elegí un camino cuando todavía estaba aprendiendo a andar; y tener conciencia, aunque latente, ya es motivo de responsabilidad. Esa fue mi elección, este es hoy mi destino. Y, a pesar de todo, cuando echo la vista atrás, no puedo más que sentir el alivio escéptico de quien se sabe afortunada, de quien no ha visto los restos de otros amores tirados en una cuneta, hechos trizas y olvidados. Pero sabe que allí, en algún lugar, yacen. Y yo sigo andando. Con, quizás, algún cadáver en la cuneta, a mis espaldas.

hometown glory

domingo, 27 de octubre de 2013 a las 23:35
En aquella esquina de bar de estación nos sentamos a tomar una cerveza. Yo llevaba un vestido de verano, mi apuesta a todo o nada, una sonrisa en la cara y el corazón en la mano. Hoy, una bici blanca en el lugar en el que alguien dejó de respirar, atropellada, me recuerda el cementerio que es esta calle. En la acera de enfrente te esperé después de tu huida, tu última oportunidad de escapar de mí. Ya te habías ido cuando llegaste, pero a veces crees ver espejismos cuando la sed está a punto de matarte.
Mi vestido en el suelo, junto a mi alegría, pero no tan pisoteado como aquel corazón que te entregué.
Miro esa acera. El beso, el taxi que llamamos corriendo y la pasión que inunda los sentidos pasean por mis brazos, de piel de gallina.
En aquella calle yace nuestro último día, el resto del naufragio, un recordatorio de que a veces eres tú la herida por haber herido a otros. A lo largo de la avenida, mis piernas ansiosas pedaleaban con fuerza. El camino que llevaba a tu casa era mi alegría. Ahora, mis piernas flaquean, te echan de menos cuando la noche es fría. Nadie ocupa ya esa habitación, no hay en el suelo un colchón, ni alguien que me espere y me venga a buscar cuando estoy perdida.
No hay ya dos amantes como nosotros entre esas cuatro paredes, no se cuela la luz de la mañana, tu cara no se ilumina. Ya no recuerdo tus ojos, tu nariz, tus labios. Ya no me ardes al rozarme, cual cerilla. Ya no apagas tus colillas, después de comerme la vida, ni me susurras entre las sábanas. Eres como un fantasma, transparente, invisible, imperceptible, que habita en mi subconsciente.
A veces te recuerdo, recuerdo tus pasos alejándose de mi guarida. Póngame un ron con lágrimas, nuestra bebida favorita. La película fue demasiado corta.
jueves, 19 de septiembre de 2013 a las 0:47
Una noche, te das cuenta de que "lo que pudo ser pero no fue", en realidad, es "lo que pudo ser pero fue para otra". 

Y entonces, te das cuenta de que empiezas a hacerte mayor.

Miedo

martes, 3 de septiembre de 2013 a las 23:59
Tengo miedo. Siento un miedo atroz al futuro que me espera. Frente a mi, no más lejos de lo que se tarda en caminar durante un día, el camino se abre, como mínimo, en dos. Cualquier opción puede ser buena, cualquiera mala, dependiendo de quién tiene sus expectativas al final, ahí donde se esconde el premio que me animará a seguir adelante y encontrar más bifurcaciones.

Dentro de un día, me tendré que enfrentar a mi propio talento, ese por el que he llorado, envidiado, odiado y al que he defendido a capa y espada mientras lo dejaba acomodarse en un sofá, sin hacer esfuerzos. Tengo miedo de que esa comodidad lo haya dejado débil y flácido para siempre o, al menos, para el momento en el que lo necesito.

Si se comporta, el camino elegido por el talento me llevará a un miedo mayor. Otra bifurcación, más peligrosa y sin vuelta atrás para ninguno de sus caminos. Escoja el que escoja, alguien saldrá ganando, incluida yo, pero sin ser la protagonista. Porque a esta protagonista le puede sobrar talento, pero le faltan otras cosas. Las negociaciones siempre acaban en blanco o negro.

Tengo miedo, un miedo negro, oscuro, como la noche que no estoy viviendo. Un miedo que se me atraganta en un nudo, que me dobla la espalda, que me nubla los sentidos. El miedo continúa siempre. ¿Hasta cuándo seguiré así de muerta? ¿Cuándo empieza la vida?
domingo, 28 de julio de 2013 a las 23:09
Se ganaba la vida cada día para perderla cada noche. Trago a trago, calada a calada, beso a beso. Siempre apuntaba hacia lo más alto para acabar disparando hacia lo más bajo. Éxito o fracaso hacía tiempo que habían perdido su significado.

Marjolein III

jueves, 11 de julio de 2013 a las 13:56
Quería verla con mis propios ojos. Quería saber si el paso de los años había hecho mella en sus cartucheras o si era cierto que las cremas de más de cien euros te mantenían eternamente una cara de veinteañera. Urdí mi plan aquella noche, mirando a oscuras a lo que debería ser el techo, pero imaginando cómo se paseaba Marjolein por delante del despacho de Pat y le lanzaba miraditas. Luego se despedían a la puerta como si nada, pero un campo electromagnético de tensión sexual lanzaba rayos entre un guiño y una despedida rápida con la mano.

Me vestí con la ropa más actual que tenía. Unos vaqueros en color crudo y una blusa en coral. Collar dorado de las rebajas y las únicas sandalias de cuña que tenía. Me pinté los labios y, repeinándome con las manos, salí de casa aferrada a un bolso más grande que mi cafetera Dolce Gusto.

14.30. Aparecí doblando la esquina, justo a tiempo para cazar el momento. Pat y Tobias charlaban con ella a las puertas de la oficina. Los dos apuntaban con todo su cuerpo hacia ella. Bueno, esperaba que no con todo el cuerpo, pero sí con el visible. A ella se la veía visiblemente halagada y su sonrisa blanca de dentista profesional me deslumbraba los ojos. Me paré un instante, dudando de sopetón sobre lo que debía hacer.

Pero era tarde. Pat me vio enseguida. Su semblante cambió: de distraído a sorprendido. Después, enarcó las cejas y sonriendo, me llamó.

- ¡Sara!

Me acerqué, no había vuelta atrás. Pat solo tenía ojos para mí, pero mis ojos se turnaban entre él, Tobias y la mirada indiscreta de Marjolein. Me miraba de arriba abajo y, para mi deleite, su cara dentadura se había apagado en una sonrisa forzada a boca cerrada.

- ¡Hola, cariño!

- ¡Estás preciosa! - dijo. Y deseé con todas mis fuerzas que no preguntara a dónde iba, o por qué me había arreglado tanto. Así que antes de darle tiempo, contesté:

- Gracias. Quería darte una sorpresa... - ¿qué estoy haciendo?, pensé, sin que se me ocurriera una excusa creíble. No era nuestro aniversario, ni había ocurrido nada relevante. Entonces intervino ella.

- ¿Sara? - la miré con la sonrisa enorme, como si fuera un anuncio de su dentista. Congelada. No podía darse cuenta de la tensión que se apoderaba de mi, ella no.

- ¿Marge? ¡Qué fuerte! - seguí a rajatabla la descripción de "cara de sorpresa" que aparecía en mi libro sobre lenguaje corporal y abrí mucho los ojos y moví los brazos. - ¿Qué tal todo? - pregunté.

- ¡Sí! - ella también sonrió sorprendida - Muy bien, estoy visitando a Tobias para un reportaje - miré a Tobias, como si me acabara de enterar de todo - llevamos unos meses saliendo.

- ¡Oh, eso es genial! Me alegro.

- ¿Y tú qué tal? No te había visto nunca por aquí, ¡quién lo diría!

Intenté obviar su comentario de harpía y solo se me ocurrió mirar a Pat y decir:

- Hoy es un día especial...

- ¿En serio? ¡Joder, sí, hoy es nuestro aniversario! - yo lo abracé, entusiasmada. Nos besamos.

Pero mientras lo abrazaba, lo supe: algo estaba ocurriendo. Nuestro aniversario era dentro de cuatro meses.

Marjolein II

martes, 9 de julio de 2013 a las 13:21
Pero, ¿cómo iba a imaginarme que volvería a toparme con ella? No fue deliberado, pero tomé todos los caminos opuestos a los que ella siguió. Mientras ella, con su encanto de portada del Hola y elegancia tediosa a lo Isabel Preysler, había ascendido socialmente ejerciendo de picaflores con los solteros más deseados de la ciudad, yo había mantenido mis ojos y manos fijos en un único hombre.

Patrick había aguantado pacientemente mi lento y pesado ascenso académico. Tardes de sábado en la biblioteca, conversaciones que se asemejaban más a un recital de temario de oposición, notas y flores aplastadas por el cansancio y el estrés. Si mi carrera era una travesía en una barquita a través de un lago, la de Marjolein Waters había sido una excitante carrera en una moto acuática de última generación (abrazada al guapo de turno de suculentos abdominales). Y lo dijo en pasado porque, a pesar de tener menos de 30 años, ella parecía haber vivido las siete vidas de un gato mientras que yo seguía sin acabar de vivir la primera.

- Qué contento vienes hoy a casa, Pat - le dije, con un abrazo rutinario e inquisitivo.

Él le quitó importancia, despojándose de su chaqueta de traje y sus brillantes zapatos.

- Nada, es que ha venido al trabajo la novia de Tobias hoy. Tenías que haberla visto.
- ¿Por qué? ¿Cómo era?
- Una de esas rubias tontas. De todas las novias que le he visto, creo que esta era la que mejor encajaba en su prototipo.
- Uh, esto promete. Cuenta, cuenta.
- Pues al parecer, la chica trabaja en una revista de moda. Ha venido a la oficina porque, ojo, está escribiendo un reportaje sobre los hombres más deseados de la ciudad y no se le ha ocurrido otra cosa que incluir a su novio.
- Menuda cabeza hueca, pero bueno, en ese caso es una rubia tonta y altruista. Va a regalarle su novio a cualquier lectora hambrienta y con posibilidades.
- El caso es que se ha pasado la mañana paseándose por la oficina, preguntándonos las cosas más simples, porque Tobias estaba en la reunión de la nueva campaña para Lotus. Un estrés.

Aquella primera conversación no me dejó intuir el perfume caro de Marjolein. Pero día tras día, sin apenas darme cuenta, su recuerdo se fue colando en casa con cada sonrisa de Patrick. Su recuerdo, fresco y dulce como un perfume floral para él pero pesado y dulzón para mí, como los que utilizan esas mujeres extravagantes para hacer que los hombres se giren a su paso.

Todo encajó una tarde de miércoles. Un miércoles cualquiera. Patrick pronunció su nombre, y sentí como Marjolein se colaba sigilosamente en el espacio que había entre él y yo.Aquel miércoles. Un mero espacio entre lunes y viernes, pero que amenazaba con dejar vacío mi fin de semana, mi lunes, mis noches...

Notas

lunes, 8 de julio de 2013 a las 22:34
6.10.2012
I feel love, I love feelings.

08.01.2013
La vieja gloria de un imperio, ahora cubierto de polvo y hollín. Los copos de nieve se arremolinaban en los pliegues de su chaqueta.

11.03.2013
A life less ordinary.

24.03.2013
I'm sick she's talking to my stomach and twisting it round run run overreact. Cheers, Hamburg.

14.03.2013
El paisaje era totalmente de secano y, aunque espolvoreado de nieve, el sol me creó la ilusión de un verano mediterráneo. El chico de delante mío jugaba a sus veintipico a pokémon. De repente, vi un ave rara y grande en un árbol pelado. Quise creer que era articuno, pero solo era la mascota de Harry Potter. Todas mis divagaciones se disiparon cuando leí Aarhus en una señal verde. Iban a ser los 100 km más lentos de las 12 horas que llevaba ya sentada en el bus. La bandera roja con una cruz blanca ondeaba coqueta aquí y allá. Me recordaba al envoltorio de un caramelo. Ay, y qué caramelo me iba a llevar a la boca...

24.03.2013
Cartel how close we are en la carretera. Wtf?

05.04.2013
Berlín, la ciudad fábrica. Ella Fitzferald - Coffee.

10.05.2013
Carteles en todas partes

24.06.2013
Goldfish - hold tight.

27.06.2013
La pija lánguida.

Marjolein

lunes, 1 de julio de 2013 a las 18:43
Marjolein era una pija lánguida. Era una de esas chicas de portada de revista que decidían vestir como su madre. Perlas en las orejas, camisa y falda de señora. Maquillaje impoluto y pelo digno de lideresa del Tea Party. Marjolein era todo eso y, además, cuando se sentaba en el metro, evitaba mirar a la gente. Como si solo posar su mirada en ellos fuera a contaminar sus inmaculados pensamientos, como si nadie fuera digno merecedor de su atención. Se sentaba, miraba al suelo -e, inexplicablemente, aún así mantenía el mentón alto de superioridad- y después tecleaba en su móvil, enviándole a alguna de sus amigas de la jet-set el icono de la mierda con ojos en whatsapp.

Marjolein era todo lo contrario a mí, y lo supe desde el segundo día en que convivimos. El primero pareció estar poseída por algún demonio interior que le empujó a relacionarse, reír e incluso sentarse en el suelo con una copa de vino -sujeta, por supuesto, por el cuello para no calentar el caldo con sus esbeltos dedos-. Después de aquella noche, como un oasis en un desierto, se convirtió en una presencia árida y afilada en el pasillo. Rasgaba el aire al pasar, cerraba la puerta con un ruido sordo, como quien intenta disimular a sabiendas de que lo verán.

Lo único que compartíamos Marjolein y yo era la ducha -en la que, por cierto, se atascaban sus finos cabellos rubios- y la pasión por la moda. Pero esto segundo ella no lo sabía: mientras ella lo clamaba a los cuatro vientos, yo me limitaba a navegar por el espacio cibernético en busca de colores y colecciones. Mientras ella se atrevía, yo cosechaba una obsesión secreta. Quién sabe, quizás Marjolein y yo nos encontraríamos en el futuro y nos veríamos forzadas a compartir mesas contiguas en Vogue.

Pero aquel día, pensé, estaba muy lejos. Más para mí que para ella.

Estoy aquí

sábado, 8 de junio de 2013 a las 1:13
Estoy aquí. El balcón huele a noche valenciana. Intenté describirlo en mi memoria, pero es una sensación inefable. Luz amarillenta sobre el asfalto, alguna persona caminando despreocupada, la noche oscura.

Siguen los edificios donde estaban, Blasco Ibáñez es el palacio de las corrientes de aire. Yo ya no suelo con una cerilla y un bidón de gasolina. El ceño se ha desfruncido. Las aglomeraciones ya no son apabullantes ni esconden ojos que desvisten. Aquí y allá ya he vivido.

Una segunda capa de Vida-shop sobre este lienzo ya dibujado por los años. Los bares están llenos, la gente ríe, los niños llevan smartphones, hay cola en la peluquería, nadie es extravagante. Seguimos estudiando para no escribir el futuro.

Pero yo sí lo hago. Yo escribo. Porque quiero. Y porque puedo.

Dije que no tenía raíces antes de partir. No era cierto. Estaban ahí, y han crecido. Los transplantes nunca son definitivos.

templo

lunes, 3 de junio de 2013 a las 0:00
"¡Callaos, iros a otra parte a mover la mesa y a comer!", pensó.
Su mente era una habitación cerrada, recalentada y en la que alguien había hecho explotar una olla a presión. Su cabeza era la escena de un atentado. No quería moverse por si se le caía de los hombros, pero tuvo que hacerlo, dando tumbos. Abrazada al váter y apabullada por la luz, no tuvo éxito intentando liberar su cuerpo de la pócima del mal. Así que volvió, la vista nublándosele, a dejarse caer con suavidad en aquel par de almohadas blancas. 

Sentía palpitaciones en su pecho y las intentaba aplacar con agua. "En algún momento tendrán que parar, pero ojalá parasen ya". Después se percató de lo macabro de lo que había pensado y temió porque su corazón se detuviera. Temió desfallecer en aquella cama, en aquella ciudad lejos de su casa y los suyos. Respiraba con el miedo de que nadie se diera cuenta de que ella había muerto allí, sola y abandonada. A cada exhalación, intentaba olvidarse de que controlaba sus respiraciones, pero no podía.

Su frente era un quitamiedos en el punto negro de una carretera. Mil coches se habían precipitado contra ella, abollándole el cerebro. "¿Se me pueden romper las conexiones neuronales?". Se imaginó durmiéndose para siempre y quedándose vegetal. Luego escuchó atentamente por si había alguna otra voz allí, en lo más recóndito del laberinto mental. Por suerte, todavía no era esquizofrénica.

Intentó dormir con la certeza de que aquello era un toque de atención. El cuerpo, sabio templo en el que se había refugiado toda su vida, se había convertido en un lugar de peregrinaje para el mal. Cada fin de semana. Maltratos, crímenes y por último, el atentado. Se sorprendió sinceramente de que todavía resistiera. Era un templo maravilloso, se dijo. 

Y decidió darle una oportunidad a su templo. La oportunidad de cuidarlo como se merecía y de asegurarse un lugar al que acudir cuando los cimientos de la tierra se agitaran, algún día. Era día 2 de junio, pero el primer día para levantar, ladrillo a ladrillo, el templo de su cuerpo.

descafeinado

jueves, 23 de mayo de 2013 a las 19:42
¿Qué sentido tenía el café descafeinado? Miré la taza con escepticismo mientras balanceaba las piernas por fuera de la barandilla. Las bicis se sucedían una tras otra. Niños, chicas, trabajadores, abuelas. Nadie miraba hacia arriba y a mi me gustaba la sensación voyeur con la que podía analizar sus vestimentas y sus rasgos físicos.

Sorbí con parsimonia y mientras degustaba aquella excentricidad carente de propósito, me di cuenta de que sabía bien. De hecho, sabía mejor que el café con cafeína. Volví a sorber. Me pregunté si era el capuccino o las virutas de chocolate con las que había querido camuflar cualquier atisbo de sabor a café.

Cuando me acabé la taza tuve que admitirlo: quizás el café descafeinado tenía sentido. Quizás hay quien disfruta del sabor del café, o de sostener una taza humeante a media tarde. Quizás quiere una excusa para charlar sin tener que arriesgarse a las taquicardias o las noches en vela. Quizás, simplemente, es un capricho del consumo. Café sin cafeína, cerveza sin alcohol.

Y sentí un poco más de comprensión por el amor sin sexo, y el sexo sin amor.

sangre, sudor / lágrimas

jueves, 16 de mayo de 2013 a las 12:10
La crisis se me ha colado
por cada silencio,
cada sonrisa forzada
cada exquisito bocado.

de vino fue el vaso
que colmó la gota.
no miente mi boca;
ya no es lugar de paso.

los incendios diarios
son un código morse,
una llamada desesperada
para invertir los daños;

no hay sangre,
tampoco hay ya sudor.
me sobrevuela el temor
salado como una lágrima.

los meses han pasado
pasando rápido las páginas.
sin tinta fresca las últimas,
pero con igual emborronado:

el que escribo hoy,
con el pulso acelerado.
las margaritas tiemblan fuera,
y aquí dentro, ¿qué hago?

margaritas

miércoles, 15 de mayo de 2013 a las 11:26
donde las margaritas tiemblan,
no existe la niebla.

una parcela verde
sepultada bajo tierra.

un espacio intacto
donde el aire no entra.

nos tragamos el chasco;
que nadie lo sepa.

pero en los oídos pesa
un zumbido de abeja.

el jardín de nuestro amor
estaba entre rejas.

musas

viernes, 10 de mayo de 2013 a las 0:48

A las que desearon ser musas
alguna vez.
¿Qué es mejor,
o que duele menos ser?

¿Ser las secuestradoras,
absolutas amas y señoras,
de cada palabra escondida en un cajón?

¿o ser tristes rehenes,
esclavas del recuerdo,
de la tinta indeleble que sepultó un amor?

lecciones

viernes, 26 de abril de 2013 a las 11:47
Con la cara quemada por el sol 
abro la ventana. 
La lluvia cae ante mis ojos 
(y mi pijama). 

Alguien dijo: 
nunca llueve eternamente, 
La vida es siempre ámbar, 
intermitente. 

La fe ciega en segundas partes 
dura lo mismo que los amantes. 
Dos días de alegría, 
cuatro de calmantes. 

Y todo esto, ¿para qué? 
Para no olvidar el antes... 
y aprovechar el después.

Volver

martes, 23 de abril de 2013 a las 1:48
Sonaba "You and me" de Wilco y el sol monopolizaba un cielo por el que yo iba a escaparme de allí en cuestión de minutos. Miré a través de la ventanilla, diciendo adiós en silencio a mis raíces hasta quién sabía cuando. Nuestro poder de decisión es limitado. Encuentros, desencuentros y no-encuentros: había elegido el primero y el último; pero el de en medio siempre acechaba.

Cogí una revista y soñé con ver mi nombre escrito bajo un titular ingenioso. Después, me espantaron tres faltas de ortografía seguidas y me horrorizó que cobraran 5 euros por ello. Al levantar la vista estaba ya surcando el cielo; reconocí las calles de aquella maqueta diminuta en que se estaba convirtiendo mi ciudad. Y entonces, sentí algo inigualable. Distinguí mi casa a vista de pájaro. El lugar donde, inapreciables a mis ojos pero reales, ellos estarían sentados en un sofá, reseteando el contador de mi ausencia. Distinguí las vías del tren y, más allá, la arquitectura de un pseudogenio desde mi posición de semidiós en las alturas. Mi corazón no latió como unos segundos atrás. El dinero no puede comprar los sentimientos.

Continué leyendo el resto del viaje, mientras el sol se acercaba al colchón de nubes allá abajo. Una luz anaranjada tintaba las paredes del avión y la pareja cuarentañera sentada a mi lado dormía sin calzado. Una calma ligera fluía a través de aquella luz. Entonces me di cuenta de que llevaba casi dos horas leyendo, sumergida de pleno en otro mundo. No echaba de menos mi móvil, no echaba de menos mi portátil. Estaba sola y sabía a madurez. Hay madureces que saben demasiado dulce, tanto que empalaga, pero la mía acababa de empezar y sabía a melocotón fresco. Tres chicos hablaban en el pasillo, levanté la vista y cacé unos ojos marrones. La volví a bajar a la revista. Cuando volví a mirar, los ojos marrones me cazaron a mí. Sonreí inconscientemente. Después pasé a ser una víctima de caza más y solo atraje la mirada de su amigo carroñero. Pero ambos eran una fauna respetable en aquel ecosistema efímero.

Medía la altura, diez mil metros según el piloto, en "aves fénix". Construimos significados a través de lo que conocemos, de lo que nos es cercano. Los 60 metros de altura de una atracción de parque temático quebrado en el Mediterráneo me servían como medida de que, sí, estaba más cerca de las estrellas. Cuando las luces naranjas, rojas y rosas fueron engullidas por la noche, distinguí una estrella en lo alto. Pero no parecía más grande, ni más brillante, a pesar de estar diez mil metros más cerca de ella. Las cosas maravillosas en la vida, por mucho que creas que te acercas, siempre serán inalcanzables.

Me guardé la revista en el bolso. Un país pequeño y oscuro asomaba a través del cristal. Muchas luces y atisbos de canales de agua. Había llegado ya a la lejanía, y me resultaba familiar. Sí, había vuelto a mi "casa".

poesía

jueves, 21 de marzo de 2013 a las 21:55

En el día mundial de la poesía, un brindis por todos esos poetas (embaucadores) que nos han endulzado alguna vez los días.
Otro por las noches que siguen, amargas y frías.
Y otro por las treguas bien merecidas.
Tras la botella vacía, a pesar de todo, no solo hay resaca: también melancolía.

marzo

martes, 19 de marzo de 2013 a las 21:29
La luz temprana me arrancaba del sueño y yo me sobresaltaba, como si la mentira piadosa fuera a quedar reducida a carboncillo al volver a casa. El inquilino peludo sacaba las garras pero después me miraba desolado cuando me iba. El otro inquilino me miraba cuando me iba, después me besaba y me sonreía con ojos gatunos. Aquel remanso de paz duró tres meses, contados a partir de un día 19 en el que la noche prendió fuego. Yo solo fui capaz de ver el humo, me senté en un banco cerca de casa con un buen amigo y charlamos largamente. En el fondo quería ver las llamas, pero ese día solo vi el humo. No me equivoqué, las noches ardientes se sucedieron. Me coronaba y después, por la mañana, abandonaba mi trono. El viento mecía con suavidad las cortinas, él se sentaba a fumar en el pequeño balcón. No había nada que mirar, pensaba yo, pero él miraba. Proyectaba sus ojos verdes sobre un patio escondido en el interior de una ciudad. Donde nada pasaba, excepto palabras. Pensaba y exhalaba el humo. Aquel humo.

Las calles que llevaban a aquel último piso eran mi alegría. A menudo pensaba que estaba en Brasil, donde las calles bañadas con el sosiego de primera hora de la tarde duermen. Yo las atravesaba con las ganas en la lengua y las piernas perezosas. Esperaba el semáforo adivinando aquel atisbo de su calle. Se me hacía eterno. Después, cruzaba y aquellos veinte segundos siempre miraba hacia arriba. Solo una vez lo cacé esperándome, pero bastó para convertirlo en un esquema. Iba, me abría, me desesperaba. Esperaba frente a la gran puerta verde en aquel callejón, tarde o noche. Hombre de bares, de versos y de humo, me atrapaba cuando quería pero me hacía sentir libre. 

La libertad, arma de doble filo que un día resquebrajó aquella foto bucólica. Mistela, una simple acera y las raíces. Todo queda en casa, todo quedó en casa. Grité, lloré, volví a ser una niña. Y los silencios fueron reemplazando las palabras. Las palabras hacían eco en aquellas cuatro paredes, interrumpidas por algún que otro maullido. Los instintos animales no se pueden aplacar con raciocinio. Pero el silencio se extendió, lo cubrió todo con una pegajosidad estival. 

La desesperación, las lágrimas, los nudos en la garganta ahogaron la utopía. Me lancé a los veintidós y caí en una piscina vacía. Una distopía, un lugar al que nunca habría querido llegar. Aquel lugar ideal, aquella escapada con vistas al mar y arena dorada no existía. Un recuerdo unilateral, un futurible abortado y despreciado. No había ya amor, si es que lo hubo. 

Tragué saliva, miré atrás y no volví a pisar Brasil. Nos volvimos a ver en otros lugares, entre otras cuatro paredes, con los mismos instintos animales. Cada vez más salvajes, más feroces. Ninguno se dejó domar. Las aves migratorias no tienen un hogar fijo. Volé hacia el ocaso en busca de un lugar ideal. Quizás nos crucemos, algún día, o alguna noche. La atracción fatal entre felino y plumaje es el cuento de nunca acabar...

café

a las 14:56
Bebo un sorbo y levanto la vista. Una chica de ojos negros como mi café me devuelve la mirada en el espejo. Sus pómulos son redondeados y le están cortando el pelo a la altura de los hombros. Pero es solo una capa. Algún día, algún día lo haré, pero no hoy. El chico que está practicando con mi cabeza, cual niña que le hace gamberradas a su barbie, es esbelto pero demasiado delgado para mi gusto. Sonríe con calidez a pesar de sus ángulos, y chapurrea en inglés. Está cómodo en esa academia que le prepara para ser peluquero. De vez en cuando, llama al profesor, cuyo bigote me recuerda al del malo de Mulán. En esos momentos dejo de ser persona, me ponen el pelo en la cara y disfruto de mi pequeña contribución a la ciencia. Solo soy una cabeza inerte con pelo, y ellos están descubriendo América en forma de sanearme las puntas. Así, mira, así. El chico observa concentrado cómo su mentor levanta mis mechones y los recorta apenas cinco milímetros. A través de la densa mata de pelo que me tapa la cara, me dejo hacer.

Total, el pelo vuelve a crecer.

mueca

domingo, 17 de marzo de 2013 a las 0:01
Una sonrisa visceral se apoderó de sus facciones. Había sonreído tan poco en los últimos días que, sin poder impedirlo, le dolían los músculos faciales. Y aún así no podía dejar de hacerlo: sonreía abiertamente. Su conciencia se debatía entre liberar su boca de la esclavitud de los sentimientos o dejarse llevar aunque fuera doloroso. En unos segundos, quedó liberada.
jueves, 14 de marzo de 2013 a las 23:36
Necesitaba encontrar a alguien que se pareciera a ella, pero todos los que se parecían a ella le parecían estúpidos.

chocolate

a las 23:28
Aquella noche sentía todo el peso del mundo sobre los hombros.
No le gustaba llorar, ni mendigar el cariño que piden a gritos las lágrimas.
Pero aquella vez fue la más dulce.
Cuando abrió la puerta, dos surcos en las mejillas habían borrado su mascarilla de chocolate.

nosotros, los habitantes

miércoles, 13 de marzo de 2013 a las 1:58
Somos nosotros. Los que huimos acelerados por calles de inmenso asfalto, sitiados por rascacielos. Los que paseamos por suelos de adoquines centenarios, escoltados por casas coloridas que ocultan vigas de madera. Somos nosotros los que llevamos a ella a una playa desierta y cubrimos el suelo con pétalos para declarar amor eterno. Los que nos encerramos en un coche a aislarnos del mundo mientras suena nuestro disco favorito. Somos los que fumamos hachís en el balcón mientras cae el atardecer sobre el casco viejo. Somos nosotros. Los que nos emborrachamos hasta perder el conocimiento mientras un país se hunde. Los que emigramos y embozamos correos electrónicos con currículos. Somos los que reemplazan el miedo por la esperanza. Los que dejan brotar las ideas en el prado verde. Somos los que abandonan la ciudad por la autosuficiencia de una casa y un huerto ecológicos. Somos nosotros. Los que creemos en el amor a pesar de los fracasos. Los que nos abandonamos a las manos ajenas para que vuelvan a tocarnos la fibra. Somos los que nos mudamos a un piso de estudiantes. Los que nos mudamos con él para siempre. Somos los que cogemos el teléfono cuando el mundo se cae a pedazos. Somos nosotros. Los que cogemos la bicicleta un domingo soleado cuando no hay nadie al mediodía. Somos los que buscamos un piso franco donde vivir a escondidas. Los que nos vendemos en un escaparate para ganarnos la vida. Somos nosotros.

Ahora.

abeja

viernes, 8 de marzo de 2013 a las 17:03
Tenía una tendencia natural a rodearse de capullos.
Todo capullo ocultaba la frescura y belleza de una flor.
Cada pétalo podía arrancar un sí o un no.
Al fin y al cabo, siempre le había gustado volar
a donde el viento la llevara.
Pequeña y libre como una abeja.
El veneno era una advertencia
grabada a color en su piel.
Bajo ella, la secreta esperanza
de derretirse entre dulzura y miel.

cuando todo era sencillo

a las 3:24
La luz atravesaba las cortinas verdes. Tras ellas, el horizonte verde cubierto de algodones. Las puertas de colores y los diez pisos que nos acercaron más que separarnos. Sacar mi bici de la jaula y conducir hasta el lago. Cambridgelaan sumido en la niebla, mojado, soleado, oscuro. Cazar conejos con la cámara mientras los patos comen hierba. Todo recto, a la derecha. Wilhelminapark, Burgemeester Reigerstraat. El Albert Heijn, una bici abandonada y una farmacia abierta. La primera calle del primer día, con sus pubs pequeños y sus holandeses grandes. El conejo de Donnie Darko que vigila Neude y que inspiró un disfraz. Vredenburg y los andamios que reúnen quesos, también de carne y hueso, los sábados por la mañana. Los poemas y los pumas, los poetas y los depredadores, dos caras de una misma moneda azul que acaba convirtiéndose en una leyenda. Hoy vuelvo pronto, que mañana tengo clase, y acabar cerrando. Bonita, preciosa, paseos de la vergüenza sin un mapa a mano. El sol del mediodía. Mr. Polska no es polaco y enseña holandés. Mujeres y Hombres y viceversa como hilo musical. Sentarme en el escaparate a mirar. ¿Estudiar? Sí, claro. Bajar al Spar y sentir que entras en una discoteca. Volver. Las uñas repiqueteando sobre mi puerta. Sudadera gris. Ropa en el suelo. Dos cuerpos contra la misma puerta. La mesa donde lo invité a desayunar. Y a comer. Y a cenar. Y al postre. Pancakes en el balcón mientras se pone el sol. El ocaso de cinco meses. Esperar quieta a que se mueva inconscientemente hacia el sueño. Despertar. Sola. Un vuelco al corazón. Los ojos inundados. Es hoy. Aquí estaba la bifurcación. Un adiós de oso solitario desde las alturas, una mano que saluda desde el coche. Se detiene ligeramente y elige uno de los dos caminos. Hacia la izquierda. Y desaparece de mi vista. Adiós...

contra todo pronóstico

jueves, 7 de marzo de 2013 a las 20:08
Llegué del cole, me lancé al sofá, me levanté la camiseta y apelé a mi madre para que me hiciera cosquillitas en la espalda. Cerré los ojos.

Cuando me quise dar cuenta, estaba a más cerca de los 23 que de los 22. Llevaba 6 meses viviendo en Holanda, había cambiado aquella carrera con salida por escribir. Aquel novio de toda la vida que se marchó a Estocolmo era hoy un brillante ingeniero trotamundos al que comprendía a pesar de su complejidad. Y, a pesar de todo, yo había vuelto a creer en las relaciones a distancia gracias a un danés de preciosos ojos (del mismo color que su opción política). 

Aparté la vista del Manet y continué con mi búsqueda de trabajo. Contra todo pronóstico.

my

sábado, 2 de marzo de 2013 a las 1:56
Leo sus palabras y el impulso me sobrecoge. Podría jurar que jamás, nunca, nadie, me ha hecho sentir así. Pero no juro, porque no es seguro. ¿Cómo sabemos? Hay memorias que solo convertimos en felices una vez se convierten en memorias. Pero esta noche, aquí, sus palabras me sobrecogen. Siento ganas, siento ilusión. Siento que quiero abrazarlo pero no está, son solo palabras en una pantalla. Sé que existe, a cientos de kilómetros, pero no las ha escrito en el mismo momento que las leo. ¿Estamos preparados para la descoordinación? ¿Es posible quererse sin verse? ¿Es posible mantener algo intacto a través del tiempo?

para variar, no

a las 1:47
El pedal cedió bajo mi impulso y me lancé a las calles de media tarde. Jamás seré poeta, eso es asunto suyo. Trabajo sucio que oculta brillantez para algunos. Avanzo y varios globos cuelgan de las verjas. Bicicletas con un sillín de niño me adelantan. Señoras de pelo gris y en plena forma charlan junto al carril al acabar su jornada de trabajo.

Cae la tarde y me pregunto qué es la patria y si alguna vez me sentiré patriota. Hoy, para variar, no.

2hearts

a las 1:44
Un pino se sucede tras otro a través de la ventanilla. Hace calor, pero no lo noto. Agosto es mi mes de despedida, ambos lo sabemos, suena 2 Hearts. This two hearts won't make it last. Sin embargo, la playa de El Perelló donde pasó su infancia se abre inmaculada ante nuestros ojos. Como una playa virgen que en lugar de marcar un final, marca un principio. Un escalón de arena y el agua fría nos envuelve. Nadie nos ve, nadie nos oye, nadie nos siente. Nuestras manos están atrapadas en el Mediterráneo y en nuestra memoria. Nadie más. Por mucho que quiera apartarlo, se acercará. Ninguna de las señoras de la orilla nos distingue. Por mucho que intente mostrar mi mejor pose tumbada en la toalla, todas le parecerán iguales.

El sol de mediodía quemaba su piel blanca, la intensidad del verano grababa las imágenes en su memoria. Por mucho que me ignore, no las va a olvidar. Pero yo tampoco.

paz

jueves, 28 de febrero de 2013 a las 2:06
Nos sentamos en el bar de la esquina. Toda mi vida paseando por aquella acera y, por primera vez en más de veinte años, me paraba en ella. El aire hacía ondear los volantes de mi vestido de flores. Pedí una cerveza, él me imitó. Lo miré, interrogativa y curiosa. Hacía casi un mes que no me había vuelto a dejar verlo de cerca y ahora lo tenía ahí, sentado en el bar de la esquina de toda la vida, tomando lo mismo que yo. Me miró. Sonrió con ese característico suspiro entre dientes que no decía nada y a la vez decía todo. No me miró a los ojos. Rápidamente, dejó caer los párpados. ¿Qué había mirado?

- ¿De qué te ríes?

Volvió a mirar. Juraría que me había mirado los hombros, y eso me desconcertó. Una punzada de orgullo herido pedía en silencio que me mirara el escote. Me había puesto un vestido de tirantes veraniego, por el amor de Dios. Otra sonrisa falsamente tímida y otra caída de ojos. Después volvió a mirar sin tapujos.

- ¿Desde cuando llevas ropa interior blanca?

La pregunta me pilló por sorpresa. Miré instintivamente al punto que tanto le había llamado la atención. Bajo un pliegue junto a mi brazo, se podía intuir de soslayo un sujetador de encaje blanco. No tenía tirantes. Había sido agudo. Mi orgullo se relamió, satisfecho.

- Desde que voy en son de paz.

Lo miré a los ojos y dejé caer los párpados, sonriendo a la cerveza.

la electricidad

viernes, 22 de febrero de 2013 a las 19:23
Se preguntó si era posible conservar la energía entre dos cuerpos. Esa suerte de campo magnético que los atrae, repele, acaricia, choca y pone los pelos de punta. ¿Seguiría existiendo aunque nadie presionara el interruptor con la misma frecuencia de antes? Recordó la sensación de culpa, de ansia, que le había invadido aquella mañana entre el calor de unas sábanas. Se había despertado muerta de sed, movida por una energía que su cuerpo no era capaz de haber generado por sí mismo. ¿De quién era esa energía? ¿De dónde sacamos las fuerzas cuando el propio cuerpo está vacío de ellas?

La energía es cinética, no se crea ni se mata. Tampoco se mantiene. La energía se mueve.
Su pregunta quedó respondida.

Más

lunes, 18 de febrero de 2013 a las 2:33
Se me volvió a hacer de madrugada lejos de las sábanas. Lejos, en la intimidad de un vagón, la oscuridad empañando unos ojos color agua. Cerca, en la insolencia del tiempo, agua empañando mis ojos oscuros. Una última oportunidad mientras el vagón empieza a moverse. Su boca y la mía ya no se pueden alcanzar. Un dulce impulso me empuja a vocalizar tres palabras, allí, a menos de cinco centímetros de una ventana que amenaza con alejarse inminentemente. Y mientras la voz se me pierde en la garganta, él lee mis labios. Y su voz se pierde en el aire, el frío aire que me atiza mientras le digo adiós con la mano a su mirada de agua y a sus tres palabras.

Estoy sola en el andén, sola. De repente, la noche es gélida e inhóspita bajo la cruda luz blanca de los neones. La gente es gris bajo sus abrigos grises. Me limpio la cara. He llorado por la izquierda. El último vagón del tren nocturno se pierde en la lejanía. Subo las escaleras y mi última mirada cálida se disuelve entre el gentío.

polos opuestos

martes, 5 de febrero de 2013 a las 1:30
eran el sol y la una,
verano e invierno,
cielo y duna.

azul y amarillo,
verde y magenta,
cerrar la puerta
y echar el pestillo.

en el infierno
también existió la dulzura.
comparamos ruptura
con tremendo desierto.

y lo único cierto es
que el aislamiento
es la muerte prematura.

bajar humos

a las 0:57
quería ser periodista,
siempre ver sin ser vista,
contestar rápidamente
cual coche por la autopista.

la oscuridad clareaba
a través de sus párpados;
otra mañana de sábado,
perdida entre sábanas.

se creía lista,
corazón de témpano,
escapista.

me importa un rábano,
decía.
y solo una sonrisa
bastaba para derretirla.

se vestía con utopías
para acabar desnuda
en sus pesadillas.

pero es así la vida,
darnos la mano,
encender la cerilla,
morir por combustión
con el humo gris
de la huida.

nudo

jueves, 24 de enero de 2013 a las 23:23
la ausencia prematura
vuelve a estrangular
esta última noche.

me aplico puntos de sutura
para ahuyentar
cualquier reproche.

no hay enfermedad,
ni cura,
que un mismo dolor
no forje.

una vez me dijeron
que hasta llorando
estaba guapa.

hoy solo soy triste borrón
dientes movidos,
nariz que sorbe.

24

a las 10:48
la ausencia invisible
me acarició la cara,
me apretó el cuello,
bebió mis lágrimas.

pude escapar
pero no quise.
en gran incendio
quemó las páginas.

en silencio, 
se apaga la llama.
hoy esta cama
es una lápida.

piel sensible
que cubre la lástima,
"le diste tú el beso",
"lo conseguiste".

ignorar la fecha de caducidad
es la nueva estrategia.
y al final su resistencia
duele como las demás.

madrugada ebria

sábado, 19 de enero de 2013 a las 4:50
y qué puedo hacer
si nunca llegaré a su nivel.

a ninguno de ellos,
especialmente ebria.

sigo deseando
una caricia
antes de la dejadez.

erizarse el vello,
sonrisa de perla.
la piel de gallina,
la timidez.

pero aquí,
yo, vulgar.
él vomita.

nada sé hacer,
nada sirve,
nadie me imita.

como por comer,
soy esa figura
de la que nadie
se fía.

amateur

domingo, 13 de enero de 2013 a las 20:15
las velas se apagaron solas;
pero hay más madera.
el calor no es problema
cuando te arropan las horas.

bajo la mirada polvorienta
se escondían dos joyas.
el maltrato y la reventa
fueron puñaladas sordas.

la profundidad más honda
al final de la trastienda,
y un breve suspiro de menta
envió el globo sonda.


sonrisa a tientas,
celestial inocencia.
y en dos frases cortas
perforada la aorta.

fascination street

a las 15:25
la piel brilla
exhausta,
de tanta
caricia fina
y compacta.

no quiero
saber nada.
abandonarse,
olvidar a cada
bocanada.

la fascinación acaba
en el mismo callejón
en el que te dije
adiós.

nunca pude
y nunca
podré.

y yo no persigo imposibles.


sacudida

domingo, 6 de enero de 2013 a las 21:15
es increíble cuánto podemos sacudir
apalear
malherir
este cuerpo.

aparentemente
infalible.

pero solo aparente.

en el espejo,
la vanidad
como reflejo.

pero somos tan
frágiles
por dentro...

importa?

jueves, 3 de enero de 2013 a las 14:08
a deshoras...
dormir, despertar
no me importa ya.

"madura para su edad"
toda la vida.
antes de nacer, 
también existía.

qué importa dar
si después 
te lo quitan.

no hablas, 
pero suplicas.
ojos que miran
pero no entienden.

cómo explicar, 
si el corazón
no siente?

los efectos nunca son duraderos
en ningún tiempo:
presente, pasado, 
imperfecto.

extra

miércoles, 2 de enero de 2013 a las 14:06
del paseo de la vergüenza
al paseo de la emergencia
hay solo un error.

si fue tuyo, mío, de los dos...
es la más nimia contienda
interior.

nada es perfecto,
por eso me gusta;
cada dosis extra
tiene su efecto.

extra de sonrisas:
efecto duradero
en el corazón.

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