en el bus

lunes, 8 de marzo de 2010 a las 19:29
Vas sola en el autobús, leyendo tu libro sin prestar atención a nada más. Ni ventanilla, ni señora sentada al lado, ni problemas que te desconcentran en clase. Y, de repente, levantas la vista y te sobreviene un calor sofocante, de ese que sientes cómo te sube la temperatura por el cuello. Después los ojos se te llenan de lágrimas, pero no sueltas ni una, porque has entrenado a tu mente en eso de disuadirla de hacerte boicot. En lugar de soltar las lágrimas, el universo se alía para que físicamente caigan en otro sitio, y justo donde se ha parado el autobús miras al suelo y están empezando a caer unas enormes gotas, de alguna señora que está regando, pero no importa, porque son lágrimas que caen del cielo, ahorrándote tener que retocarte el rímel cuando llegues a tu casa y veas tu triste reflejo en el cuarto de baño.
Tienes ganas de llorar y patalear, sí, pero te aguantas, como aguanta estoicamente posando ese chico del anuncio de H&M junto al que se ha parado ahora el bus. Tragas saliva, notas ese nudo en la garganta que todavía no has logrado controlar pero que al menos nadie puede ver, y te aguantas. Le echas un par, y te aguantas. Como el resto de los mortales. Te aguantas.

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