domingo, 26 de enero de 2014 a las 1:23
mi inocencia se fue y
tú te quedaste dentro

recuperé mi cuerpo
pero permaneces

como un tatuaje
marcado a fuego
lunes, 13 de enero de 2014 a las 23:36
Ella soñaba con un invierno eterno. Sonrisas escondidas tras bufandas, la mirada del sol bajo un gorro de lana. El crujir de la nieve al pasear, y su vaho acariciando el suave cuello de él. Ella soñaba con un frío indeleble que le obligara a invitarla a un café, a sentarse junto a una ventana con vistas a todas las cosas que no importaban. Él y ella, un café, una mesa y una ventana. Después, poco a poco, el café pasaría a ser chocolate y la cafetería, algún lugar acogedor con una chimenea ante la que calentarse los pies. "Tienes un poco de chocolate ahí", le diría él. "¿Dónde?", le diría ella con el fuego reflejándose en sus ojos brillantes. Y con una súbita ola de calor ascendiendo por el cuerpo y la oscuridad de la noche escondida tras las cortinas, él no diría nada más. Tan solo se acercaría y la besaría suavemente. "¿Ya?", le urgiría ella. Y, sin saber si la urgencia era por una cosa o la otra, él sumergiría sus dedos entre el pelo de ella y volvería a hacerlo. Los dos, fundidos a una temperatura superior a la del chocolate, endulzando ese invierno sin fin que nevaba todos los días sus pensamientos.

Pero él no existía. O sí. Y vivía en un eterno verano, lejos de allí, lejos de ella. Inalcanzable.
martes, 7 de enero de 2014 a las 23:42
Los polos opuestos no se atraen. Los polos opuestos chocan, se refriegan, y acabarían hechos pedacitos si no llegaran unas manos ajenas que los separan.

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