poesía

jueves, 21 de marzo de 2013 a las 21:55

En el día mundial de la poesía, un brindis por todos esos poetas (embaucadores) que nos han endulzado alguna vez los días.
Otro por las noches que siguen, amargas y frías.
Y otro por las treguas bien merecidas.
Tras la botella vacía, a pesar de todo, no solo hay resaca: también melancolía.

marzo

martes, 19 de marzo de 2013 a las 21:29
La luz temprana me arrancaba del sueño y yo me sobresaltaba, como si la mentira piadosa fuera a quedar reducida a carboncillo al volver a casa. El inquilino peludo sacaba las garras pero después me miraba desolado cuando me iba. El otro inquilino me miraba cuando me iba, después me besaba y me sonreía con ojos gatunos. Aquel remanso de paz duró tres meses, contados a partir de un día 19 en el que la noche prendió fuego. Yo solo fui capaz de ver el humo, me senté en un banco cerca de casa con un buen amigo y charlamos largamente. En el fondo quería ver las llamas, pero ese día solo vi el humo. No me equivoqué, las noches ardientes se sucedieron. Me coronaba y después, por la mañana, abandonaba mi trono. El viento mecía con suavidad las cortinas, él se sentaba a fumar en el pequeño balcón. No había nada que mirar, pensaba yo, pero él miraba. Proyectaba sus ojos verdes sobre un patio escondido en el interior de una ciudad. Donde nada pasaba, excepto palabras. Pensaba y exhalaba el humo. Aquel humo.

Las calles que llevaban a aquel último piso eran mi alegría. A menudo pensaba que estaba en Brasil, donde las calles bañadas con el sosiego de primera hora de la tarde duermen. Yo las atravesaba con las ganas en la lengua y las piernas perezosas. Esperaba el semáforo adivinando aquel atisbo de su calle. Se me hacía eterno. Después, cruzaba y aquellos veinte segundos siempre miraba hacia arriba. Solo una vez lo cacé esperándome, pero bastó para convertirlo en un esquema. Iba, me abría, me desesperaba. Esperaba frente a la gran puerta verde en aquel callejón, tarde o noche. Hombre de bares, de versos y de humo, me atrapaba cuando quería pero me hacía sentir libre. 

La libertad, arma de doble filo que un día resquebrajó aquella foto bucólica. Mistela, una simple acera y las raíces. Todo queda en casa, todo quedó en casa. Grité, lloré, volví a ser una niña. Y los silencios fueron reemplazando las palabras. Las palabras hacían eco en aquellas cuatro paredes, interrumpidas por algún que otro maullido. Los instintos animales no se pueden aplacar con raciocinio. Pero el silencio se extendió, lo cubrió todo con una pegajosidad estival. 

La desesperación, las lágrimas, los nudos en la garganta ahogaron la utopía. Me lancé a los veintidós y caí en una piscina vacía. Una distopía, un lugar al que nunca habría querido llegar. Aquel lugar ideal, aquella escapada con vistas al mar y arena dorada no existía. Un recuerdo unilateral, un futurible abortado y despreciado. No había ya amor, si es que lo hubo. 

Tragué saliva, miré atrás y no volví a pisar Brasil. Nos volvimos a ver en otros lugares, entre otras cuatro paredes, con los mismos instintos animales. Cada vez más salvajes, más feroces. Ninguno se dejó domar. Las aves migratorias no tienen un hogar fijo. Volé hacia el ocaso en busca de un lugar ideal. Quizás nos crucemos, algún día, o alguna noche. La atracción fatal entre felino y plumaje es el cuento de nunca acabar...

café

a las 14:56
Bebo un sorbo y levanto la vista. Una chica de ojos negros como mi café me devuelve la mirada en el espejo. Sus pómulos son redondeados y le están cortando el pelo a la altura de los hombros. Pero es solo una capa. Algún día, algún día lo haré, pero no hoy. El chico que está practicando con mi cabeza, cual niña que le hace gamberradas a su barbie, es esbelto pero demasiado delgado para mi gusto. Sonríe con calidez a pesar de sus ángulos, y chapurrea en inglés. Está cómodo en esa academia que le prepara para ser peluquero. De vez en cuando, llama al profesor, cuyo bigote me recuerda al del malo de Mulán. En esos momentos dejo de ser persona, me ponen el pelo en la cara y disfruto de mi pequeña contribución a la ciencia. Solo soy una cabeza inerte con pelo, y ellos están descubriendo América en forma de sanearme las puntas. Así, mira, así. El chico observa concentrado cómo su mentor levanta mis mechones y los recorta apenas cinco milímetros. A través de la densa mata de pelo que me tapa la cara, me dejo hacer.

Total, el pelo vuelve a crecer.

mueca

domingo, 17 de marzo de 2013 a las 0:01
Una sonrisa visceral se apoderó de sus facciones. Había sonreído tan poco en los últimos días que, sin poder impedirlo, le dolían los músculos faciales. Y aún así no podía dejar de hacerlo: sonreía abiertamente. Su conciencia se debatía entre liberar su boca de la esclavitud de los sentimientos o dejarse llevar aunque fuera doloroso. En unos segundos, quedó liberada.
jueves, 14 de marzo de 2013 a las 23:36
Necesitaba encontrar a alguien que se pareciera a ella, pero todos los que se parecían a ella le parecían estúpidos.

chocolate

a las 23:28
Aquella noche sentía todo el peso del mundo sobre los hombros.
No le gustaba llorar, ni mendigar el cariño que piden a gritos las lágrimas.
Pero aquella vez fue la más dulce.
Cuando abrió la puerta, dos surcos en las mejillas habían borrado su mascarilla de chocolate.

nosotros, los habitantes

miércoles, 13 de marzo de 2013 a las 1:58
Somos nosotros. Los que huimos acelerados por calles de inmenso asfalto, sitiados por rascacielos. Los que paseamos por suelos de adoquines centenarios, escoltados por casas coloridas que ocultan vigas de madera. Somos nosotros los que llevamos a ella a una playa desierta y cubrimos el suelo con pétalos para declarar amor eterno. Los que nos encerramos en un coche a aislarnos del mundo mientras suena nuestro disco favorito. Somos los que fumamos hachís en el balcón mientras cae el atardecer sobre el casco viejo. Somos nosotros. Los que nos emborrachamos hasta perder el conocimiento mientras un país se hunde. Los que emigramos y embozamos correos electrónicos con currículos. Somos los que reemplazan el miedo por la esperanza. Los que dejan brotar las ideas en el prado verde. Somos los que abandonan la ciudad por la autosuficiencia de una casa y un huerto ecológicos. Somos nosotros. Los que creemos en el amor a pesar de los fracasos. Los que nos abandonamos a las manos ajenas para que vuelvan a tocarnos la fibra. Somos los que nos mudamos a un piso de estudiantes. Los que nos mudamos con él para siempre. Somos los que cogemos el teléfono cuando el mundo se cae a pedazos. Somos nosotros. Los que cogemos la bicicleta un domingo soleado cuando no hay nadie al mediodía. Somos los que buscamos un piso franco donde vivir a escondidas. Los que nos vendemos en un escaparate para ganarnos la vida. Somos nosotros.

Ahora.

abeja

viernes, 8 de marzo de 2013 a las 17:03
Tenía una tendencia natural a rodearse de capullos.
Todo capullo ocultaba la frescura y belleza de una flor.
Cada pétalo podía arrancar un sí o un no.
Al fin y al cabo, siempre le había gustado volar
a donde el viento la llevara.
Pequeña y libre como una abeja.
El veneno era una advertencia
grabada a color en su piel.
Bajo ella, la secreta esperanza
de derretirse entre dulzura y miel.

cuando todo era sencillo

a las 3:24
La luz atravesaba las cortinas verdes. Tras ellas, el horizonte verde cubierto de algodones. Las puertas de colores y los diez pisos que nos acercaron más que separarnos. Sacar mi bici de la jaula y conducir hasta el lago. Cambridgelaan sumido en la niebla, mojado, soleado, oscuro. Cazar conejos con la cámara mientras los patos comen hierba. Todo recto, a la derecha. Wilhelminapark, Burgemeester Reigerstraat. El Albert Heijn, una bici abandonada y una farmacia abierta. La primera calle del primer día, con sus pubs pequeños y sus holandeses grandes. El conejo de Donnie Darko que vigila Neude y que inspiró un disfraz. Vredenburg y los andamios que reúnen quesos, también de carne y hueso, los sábados por la mañana. Los poemas y los pumas, los poetas y los depredadores, dos caras de una misma moneda azul que acaba convirtiéndose en una leyenda. Hoy vuelvo pronto, que mañana tengo clase, y acabar cerrando. Bonita, preciosa, paseos de la vergüenza sin un mapa a mano. El sol del mediodía. Mr. Polska no es polaco y enseña holandés. Mujeres y Hombres y viceversa como hilo musical. Sentarme en el escaparate a mirar. ¿Estudiar? Sí, claro. Bajar al Spar y sentir que entras en una discoteca. Volver. Las uñas repiqueteando sobre mi puerta. Sudadera gris. Ropa en el suelo. Dos cuerpos contra la misma puerta. La mesa donde lo invité a desayunar. Y a comer. Y a cenar. Y al postre. Pancakes en el balcón mientras se pone el sol. El ocaso de cinco meses. Esperar quieta a que se mueva inconscientemente hacia el sueño. Despertar. Sola. Un vuelco al corazón. Los ojos inundados. Es hoy. Aquí estaba la bifurcación. Un adiós de oso solitario desde las alturas, una mano que saluda desde el coche. Se detiene ligeramente y elige uno de los dos caminos. Hacia la izquierda. Y desaparece de mi vista. Adiós...

contra todo pronóstico

jueves, 7 de marzo de 2013 a las 20:08
Llegué del cole, me lancé al sofá, me levanté la camiseta y apelé a mi madre para que me hiciera cosquillitas en la espalda. Cerré los ojos.

Cuando me quise dar cuenta, estaba a más cerca de los 23 que de los 22. Llevaba 6 meses viviendo en Holanda, había cambiado aquella carrera con salida por escribir. Aquel novio de toda la vida que se marchó a Estocolmo era hoy un brillante ingeniero trotamundos al que comprendía a pesar de su complejidad. Y, a pesar de todo, yo había vuelto a creer en las relaciones a distancia gracias a un danés de preciosos ojos (del mismo color que su opción política). 

Aparté la vista del Manet y continué con mi búsqueda de trabajo. Contra todo pronóstico.

my

sábado, 2 de marzo de 2013 a las 1:56
Leo sus palabras y el impulso me sobrecoge. Podría jurar que jamás, nunca, nadie, me ha hecho sentir así. Pero no juro, porque no es seguro. ¿Cómo sabemos? Hay memorias que solo convertimos en felices una vez se convierten en memorias. Pero esta noche, aquí, sus palabras me sobrecogen. Siento ganas, siento ilusión. Siento que quiero abrazarlo pero no está, son solo palabras en una pantalla. Sé que existe, a cientos de kilómetros, pero no las ha escrito en el mismo momento que las leo. ¿Estamos preparados para la descoordinación? ¿Es posible quererse sin verse? ¿Es posible mantener algo intacto a través del tiempo?

para variar, no

a las 1:47
El pedal cedió bajo mi impulso y me lancé a las calles de media tarde. Jamás seré poeta, eso es asunto suyo. Trabajo sucio que oculta brillantez para algunos. Avanzo y varios globos cuelgan de las verjas. Bicicletas con un sillín de niño me adelantan. Señoras de pelo gris y en plena forma charlan junto al carril al acabar su jornada de trabajo.

Cae la tarde y me pregunto qué es la patria y si alguna vez me sentiré patriota. Hoy, para variar, no.

2hearts

a las 1:44
Un pino se sucede tras otro a través de la ventanilla. Hace calor, pero no lo noto. Agosto es mi mes de despedida, ambos lo sabemos, suena 2 Hearts. This two hearts won't make it last. Sin embargo, la playa de El Perelló donde pasó su infancia se abre inmaculada ante nuestros ojos. Como una playa virgen que en lugar de marcar un final, marca un principio. Un escalón de arena y el agua fría nos envuelve. Nadie nos ve, nadie nos oye, nadie nos siente. Nuestras manos están atrapadas en el Mediterráneo y en nuestra memoria. Nadie más. Por mucho que quiera apartarlo, se acercará. Ninguna de las señoras de la orilla nos distingue. Por mucho que intente mostrar mi mejor pose tumbada en la toalla, todas le parecerán iguales.

El sol de mediodía quemaba su piel blanca, la intensidad del verano grababa las imágenes en su memoria. Por mucho que me ignore, no las va a olvidar. Pero yo tampoco.

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