lunes, 19 de octubre de 2015 a las 19:21
Se dejaba las cosas a medias. Un día iba a escribir una novela, otro conocía al amor verdadero, al siguiente encontraba la carrera perfecta... Pero nunca acababa lo que empezaba. Hasta que un día, sin más, se dejó la vida a medias.
sábado, 17 de octubre de 2015 a las 20:09
la irreversibilidad está escrita en un cartel de "se alquila" colgando del bar donde nos conocimos. ya es imposible volver atrás, la posibilidad de acudir ignorantes a un antro y encontrarnos en la barra para acabar perdidos en el baño. ya no me podré apoyar en aquella columna donde el calor de dos cuerpos marcó nuestros nombres. ni pasear por el cementerio de esperanzas rotas en que lo convertí después de ti. se acabó. ya no es un standby, es un apagón definitivo.
viernes, 16 de octubre de 2015 a las 23:40
a veces lo descubro en la mirada cruda de otras personas, en el hambre doloroso de unos ojos verdes que no encuentran paliativos cuando se fijan en los míos. me imagino que es él, en otro cuerpo y con otro nombre, en otro momento y otro lugar, y pienso que podríamos reescribir la misma historia, pero distinta.

ahora yo tengo la edad que él tenía cuando nos conocimos, cuando nos conocíamos, cuando me llevó al amanecer a su cueva, a hacer jirones mi alma y a alimentarse de la juventud que yo exhalaba en cada gemido y a él se le escapaba como un espejismo al encontrarse con cada culo de vaso.

cuando la mirada esquiva del chico del autobús pasa por mi rostro anónimo, una realidad paralela se despliega. él se acerca a mí y me coge de las dos manos, implorante, como aquellas noches en las que me pedía que me quedara a dormir después de ver una película.

sus labios maltrechos de tanto humo y tantos besos me miraban serios, me echaban para atrás y me atraían irremediablemente, mientras que la verde esperanza de sus ojos me atravesaba el corazón con esa tristeza de quien empezó el libro por el final y sabe que no existe la salvación.

a veces pienso que ojalá no olvide nunca esa mirada franca, transparente y desesperada; y otras deseo no volver a imaginarla en cuerpos ajenos que no me pertenecen y que acabarán banalizando el amor de mi juventud hasta deshacerlo en cenizas o, peor, hasta convertirlo en un producto de consumo masivo.

no sé si tiene sentido lo que escribo, pero lo que siento es real, como cuando intento recuperar con todas mis fuerzas aquellos versos solitarios sobre la tristeza de un viernes. no hay nada urgente que valga la pena hacer, escribiste, y las letras se me caen al fondo del olvido a medida que te conviertes en un nombre más, en un mote más, en una noche más de las miles que dejo en blanco...

por si vuelves, y quieres, y te atreves, y la escribimos juntos.

gírate

martes, 6 de octubre de 2015 a las 21:20
gírate
soy la chica que mira
con sonrisa tímida
al fondo del todo.

yo te ofrezco cambiar
mi qué dirán por tu diván
y contar horas muertas
al fondo del todo

gírate
soy la chica que calla
lo que sus ojos gritan
a espaldas de todos

yo te pido quedarnos
donde no me hallen
la alegría y la pena,
al fondo del todo.



a las 20:38
Soy una maraña de contradicciones donde anidan los cuervos. Cría cuervos y te sacarán los ojos, decían. Cría cuervos y quizás te traigan diamantes robados, pienso yo. Entre toda esta oscuridad animal recuerdo la época en la que visité Aarhus y en un paseo a solas por el jardín exterior del museo de arte contemporáneo. El cielo estaba usualmente encapotado y yo venía de buscar un edificio en el que, a su vez, tenía que buscar a un funcionario y, a través de mis preguntas y del brazo que él me diera a torcer, buscarme un titular. Vagaba distraída y era a la vez plenamente consciente del momento vital que atravesaba cuando reparé en que había elegido una profesión muy solitaria. Me invadió una sensación de desasosiego, de querer volver atrás, a aquel examen de física y química que suspendí y que me quitó las ganas de aguantar la perorata de mis progenitores, eternamente de ciencias. Podría estar todavía a tiempo. Pero no.

La misma soledad pegajosa me acucia si recuerdo aquellas mañanas tropicales en coche, mientras buscaba hoteles en los que nunca me podré alojar en Miami Beach. O la vuelta a mi apartamento, ya de noche y dejando atrás la redacción vacía y perezosa. También cuando subo mentalmente los escalones que llevaban a una azotea con el suelo de parquet en el centro de Valencia. Allí, por sorpresa, encontré a un profesor que también era periodista y que me guió como a una aprendiz. Me presentó a las personas que eran noticia. Creo que aquella fue la primera y última vez que no me sentí sola al lanzarme a los leones.

Y, sin embargo, la desidia se me come cuando ya no estoy sola. Cuando no puedo estarlo. Cuando es la norma pasar todas las horas -siempre demasiadas- bañándome en la luz de neón de una oficina alejada de las preocupaciones mundanas que se constituye en su estado propio, si cabe. Con sus jerarquías y sus salvaguardas, y sus ritos, por los que has de pasar sin excusa. Hay días en los que echo de menos la soledad de aquello que un día quise ser, y todos los días desde entonces sueño como un imposible. Soy una escritora atrapada en la contradicción del no pertenecer, no querer, no ser. Pero, al menos, no estoy todavía demasiado paralizada como para dejar de alimentar a mis cuervos. Total, me parece tan buena opción dejar de ver lo que me rodea como dedicarme a coleccionar diamantes.

Imperfectamente | Powered by Blogger | Entries (RSS) | Comments (RSS) | Designed by MB Web Design | XML Coded By Cahayabiru.com