si alguna vez la sientes lejos.
Recuerda: en mi cama
siempre tendrás un hogar
donde no echar de menos.
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y marchitarse en la tierra,
allá donde las raíces
esperan tu vuelta.
tardé en pensarte
y no pensé en la espera.
a veces pasan, fugaces,
los años sin rumbo.
y en la ciudad del viento
con los ojos, te busco.
no hay nadie en la calle,
la esperanza se apaga.
hoy vuelvo a casa
con las manos vacías,
y mi sonrisa se hunde
en la noche de otro.
y florezco entre mantas
soñando tus ansias,
imaginando que despierto
y te reconozco.
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Después recuerdo todo lo que siguió y la sonrisa desaparece, perdida en algún lugar del océano que nos separa. Y solo supe que no estuvo bien cuando ya no había posibilidad de sacarla a flote.
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La rabia
¿Por qué tuve que ser yo la primera? ¿Por qué no aprendiste junto a mí? ¿Por qué no cambiaste por mí? Todas las preguntas quedan sin responder, en el vacío, haciendo eco entre los abismos que me ha dejado tu recuerdo, tu paso por mi vida, tu huella imborrable.
Elegí un camino cuando todavía estaba aprendiendo a andar; y tener conciencia, aunque latente, ya es motivo de responsabilidad. Esa fue mi elección, este es hoy mi destino. Y, a pesar de todo, cuando echo la vista atrás, no puedo más que sentir el alivio escéptico de quien se sabe afortunada, de quien no ha visto los restos de otros amores tirados en una cuneta, hechos trizas y olvidados. Pero sabe que allí, en algún lugar, yacen. Y yo sigo andando. Con, quizás, algún cadáver en la cuneta, a mis espaldas.
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hometown glory
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Miedo
Dentro de un día, me tendré que enfrentar a mi propio talento, ese por el que he llorado, envidiado, odiado y al que he defendido a capa y espada mientras lo dejaba acomodarse en un sofá, sin hacer esfuerzos. Tengo miedo de que esa comodidad lo haya dejado débil y flácido para siempre o, al menos, para el momento en el que lo necesito.
Si se comporta, el camino elegido por el talento me llevará a un miedo mayor. Otra bifurcación, más peligrosa y sin vuelta atrás para ninguno de sus caminos. Escoja el que escoja, alguien saldrá ganando, incluida yo, pero sin ser la protagonista. Porque a esta protagonista le puede sobrar talento, pero le faltan otras cosas. Las negociaciones siempre acaban en blanco o negro.
Tengo miedo, un miedo negro, oscuro, como la noche que no estoy viviendo. Un miedo que se me atraganta en un nudo, que me dobla la espalda, que me nubla los sentidos. El miedo continúa siempre. ¿Hasta cuándo seguiré así de muerta? ¿Cuándo empieza la vida?
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Marjolein III
Me vestí con la ropa más actual que tenía. Unos vaqueros en color crudo y una blusa en coral. Collar dorado de las rebajas y las únicas sandalias de cuña que tenía. Me pinté los labios y, repeinándome con las manos, salí de casa aferrada a un bolso más grande que mi cafetera Dolce Gusto.
14.30. Aparecí doblando la esquina, justo a tiempo para cazar el momento. Pat y Tobias charlaban con ella a las puertas de la oficina. Los dos apuntaban con todo su cuerpo hacia ella. Bueno, esperaba que no con todo el cuerpo, pero sí con el visible. A ella se la veía visiblemente halagada y su sonrisa blanca de dentista profesional me deslumbraba los ojos. Me paré un instante, dudando de sopetón sobre lo que debía hacer.
Pero era tarde. Pat me vio enseguida. Su semblante cambió: de distraído a sorprendido. Después, enarcó las cejas y sonriendo, me llamó.
- ¡Sara!
Me acerqué, no había vuelta atrás. Pat solo tenía ojos para mí, pero mis ojos se turnaban entre él, Tobias y la mirada indiscreta de Marjolein. Me miraba de arriba abajo y, para mi deleite, su cara dentadura se había apagado en una sonrisa forzada a boca cerrada.
- ¡Hola, cariño!
- ¡Estás preciosa! - dijo. Y deseé con todas mis fuerzas que no preguntara a dónde iba, o por qué me había arreglado tanto. Así que antes de darle tiempo, contesté:
- Gracias. Quería darte una sorpresa... - ¿qué estoy haciendo?, pensé, sin que se me ocurriera una excusa creíble. No era nuestro aniversario, ni había ocurrido nada relevante. Entonces intervino ella.
- ¿Sara? - la miré con la sonrisa enorme, como si fuera un anuncio de su dentista. Congelada. No podía darse cuenta de la tensión que se apoderaba de mi, ella no.
- ¿Marge? ¡Qué fuerte! - seguí a rajatabla la descripción de "cara de sorpresa" que aparecía en mi libro sobre lenguaje corporal y abrí mucho los ojos y moví los brazos. - ¿Qué tal todo? - pregunté.
- ¡Sí! - ella también sonrió sorprendida - Muy bien, estoy visitando a Tobias para un reportaje - miré a Tobias, como si me acabara de enterar de todo - llevamos unos meses saliendo.
- ¡Oh, eso es genial! Me alegro.
- ¿Y tú qué tal? No te había visto nunca por aquí, ¡quién lo diría!
Intenté obviar su comentario de harpía y solo se me ocurrió mirar a Pat y decir:
- Hoy es un día especial...
- ¿En serio? ¡Joder, sí, hoy es nuestro aniversario! - yo lo abracé, entusiasmada. Nos besamos.
Pero mientras lo abrazaba, lo supe: algo estaba ocurriendo. Nuestro aniversario era dentro de cuatro meses.
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Marjolein II
Patrick había aguantado pacientemente mi lento y pesado ascenso académico. Tardes de sábado en la biblioteca, conversaciones que se asemejaban más a un recital de temario de oposición, notas y flores aplastadas por el cansancio y el estrés. Si mi carrera era una travesía en una barquita a través de un lago, la de Marjolein Waters había sido una excitante carrera en una moto acuática de última generación (abrazada al guapo de turno de suculentos abdominales). Y lo dijo en pasado porque, a pesar de tener menos de 30 años, ella parecía haber vivido las siete vidas de un gato mientras que yo seguía sin acabar de vivir la primera.
- Qué contento vienes hoy a casa, Pat - le dije, con un abrazo rutinario e inquisitivo.
Él le quitó importancia, despojándose de su chaqueta de traje y sus brillantes zapatos.
- Nada, es que ha venido al trabajo la novia de Tobias hoy. Tenías que haberla visto.
- ¿Por qué? ¿Cómo era?
- Una de esas rubias tontas. De todas las novias que le he visto, creo que esta era la que mejor encajaba en su prototipo.
- Uh, esto promete. Cuenta, cuenta.
- Pues al parecer, la chica trabaja en una revista de moda. Ha venido a la oficina porque, ojo, está escribiendo un reportaje sobre los hombres más deseados de la ciudad y no se le ha ocurrido otra cosa que incluir a su novio.
- Menuda cabeza hueca, pero bueno, en ese caso es una rubia tonta y altruista. Va a regalarle su novio a cualquier lectora hambrienta y con posibilidades.
- El caso es que se ha pasado la mañana paseándose por la oficina, preguntándonos las cosas más simples, porque Tobias estaba en la reunión de la nueva campaña para Lotus. Un estrés.
Aquella primera conversación no me dejó intuir el perfume caro de Marjolein. Pero día tras día, sin apenas darme cuenta, su recuerdo se fue colando en casa con cada sonrisa de Patrick. Su recuerdo, fresco y dulce como un perfume floral para él pero pesado y dulzón para mí, como los que utilizan esas mujeres extravagantes para hacer que los hombres se giren a su paso.
Todo encajó una tarde de miércoles. Un miércoles cualquiera. Patrick pronunció su nombre, y sentí como Marjolein se colaba sigilosamente en el espacio que había entre él y yo.Aquel miércoles. Un mero espacio entre lunes y viernes, pero que amenazaba con dejar vacío mi fin de semana, mi lunes, mis noches...
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Notas
I feel love, I love feelings.
08.01.2013
La vieja gloria de un imperio, ahora cubierto de polvo y hollín. Los copos de nieve se arremolinaban en los pliegues de su chaqueta.
11.03.2013
A life less ordinary.
24.03.2013
I'm sick she's talking to my stomach and twisting it round run run overreact. Cheers, Hamburg.
14.03.2013
El paisaje era totalmente de secano y, aunque espolvoreado de nieve, el sol me creó la ilusión de un verano mediterráneo. El chico de delante mío jugaba a sus veintipico a pokémon. De repente, vi un ave rara y grande en un árbol pelado. Quise creer que era articuno, pero solo era la mascota de Harry Potter. Todas mis divagaciones se disiparon cuando leí Aarhus en una señal verde. Iban a ser los 100 km más lentos de las 12 horas que llevaba ya sentada en el bus. La bandera roja con una cruz blanca ondeaba coqueta aquí y allá. Me recordaba al envoltorio de un caramelo. Ay, y qué caramelo me iba a llevar a la boca...
24.03.2013
Cartel how close we are en la carretera. Wtf?
05.04.2013
Berlín, la ciudad fábrica. Ella Fitzferald - Coffee.
10.05.2013
Carteles en todas partes
24.06.2013
Goldfish - hold tight.
27.06.2013
La pija lánguida.
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Marjolein
Marjolein era todo lo contrario a mí, y lo supe desde el segundo día en que convivimos. El primero pareció estar poseída por algún demonio interior que le empujó a relacionarse, reír e incluso sentarse en el suelo con una copa de vino -sujeta, por supuesto, por el cuello para no calentar el caldo con sus esbeltos dedos-. Después de aquella noche, como un oasis en un desierto, se convirtió en una presencia árida y afilada en el pasillo. Rasgaba el aire al pasar, cerraba la puerta con un ruido sordo, como quien intenta disimular a sabiendas de que lo verán.
Lo único que compartíamos Marjolein y yo era la ducha -en la que, por cierto, se atascaban sus finos cabellos rubios- y la pasión por la moda. Pero esto segundo ella no lo sabía: mientras ella lo clamaba a los cuatro vientos, yo me limitaba a navegar por el espacio cibernético en busca de colores y colecciones. Mientras ella se atrevía, yo cosechaba una obsesión secreta. Quién sabe, quizás Marjolein y yo nos encontraríamos en el futuro y nos veríamos forzadas a compartir mesas contiguas en Vogue.
Pero aquel día, pensé, estaba muy lejos. Más para mí que para ella.
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Estoy aquí
Siguen los edificios donde estaban, Blasco Ibáñez es el palacio de las corrientes de aire. Yo ya no suelo con una cerilla y un bidón de gasolina. El ceño se ha desfruncido. Las aglomeraciones ya no son apabullantes ni esconden ojos que desvisten. Aquí y allá ya he vivido.
Una segunda capa de Vida-shop sobre este lienzo ya dibujado por los años. Los bares están llenos, la gente ríe, los niños llevan smartphones, hay cola en la peluquería, nadie es extravagante. Seguimos estudiando para no escribir el futuro.
Pero yo sí lo hago. Yo escribo. Porque quiero. Y porque puedo.
Dije que no tenía raíces antes de partir. No era cierto. Estaban ahí, y han crecido. Los transplantes nunca son definitivos.
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templo
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descafeinado
Sorbí con parsimonia y mientras degustaba aquella excentricidad carente de propósito, me di cuenta de que sabía bien. De hecho, sabía mejor que el café con cafeína. Volví a sorber. Me pregunté si era el capuccino o las virutas de chocolate con las que había querido camuflar cualquier atisbo de sabor a café.
Cuando me acabé la taza tuve que admitirlo: quizás el café descafeinado tenía sentido. Quizás hay quien disfruta del sabor del café, o de sostener una taza humeante a media tarde. Quizás quiere una excusa para charlar sin tener que arriesgarse a las taquicardias o las noches en vela. Quizás, simplemente, es un capricho del consumo. Café sin cafeína, cerveza sin alcohol.
Y sentí un poco más de comprensión por el amor sin sexo, y el sexo sin amor.
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sangre, sudor / lágrimas
por cada silencio,
cada sonrisa forzada
cada exquisito bocado.
de vino fue el vaso
que colmó la gota.
no miente mi boca;
ya no es lugar de paso.
los incendios diarios
son un código morse,
una llamada desesperada
para invertir los daños;
no hay sangre,
tampoco hay ya sudor.
me sobrevuela el temor
salado como una lágrima.
los meses han pasado
pasando rápido las páginas.
sin tinta fresca las últimas,
pero con igual emborronado:
el que escribo hoy,
con el pulso acelerado.
las margaritas tiemblan fuera,
y aquí dentro, ¿qué hago?
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margaritas
no existe la niebla.
una parcela verde
sepultada bajo tierra.
un espacio intacto
donde el aire no entra.
nos tragamos el chasco;
que nadie lo sepa.
pero en los oídos pesa
un zumbido de abeja.
el jardín de nuestro amor
estaba entre rejas.
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musas
A las que desearon ser musas
alguna vez.
¿Qué es mejor,
o que duele menos ser?
¿Ser las secuestradoras,
absolutas amas y señoras,
de cada palabra escondida en un cajón?
¿o ser tristes rehenes,
esclavas del recuerdo,
de la tinta indeleble que sepultó un amor?
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lecciones
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Volver
Cogí una revista y soñé con ver mi nombre escrito bajo un titular ingenioso. Después, me espantaron tres faltas de ortografía seguidas y me horrorizó que cobraran 5 euros por ello. Al levantar la vista estaba ya surcando el cielo; reconocí las calles de aquella maqueta diminuta en que se estaba convirtiendo mi ciudad. Y entonces, sentí algo inigualable. Distinguí mi casa a vista de pájaro. El lugar donde, inapreciables a mis ojos pero reales, ellos estarían sentados en un sofá, reseteando el contador de mi ausencia. Distinguí las vías del tren y, más allá, la arquitectura de un pseudogenio desde mi posición de semidiós en las alturas. Mi corazón no latió como unos segundos atrás. El dinero no puede comprar los sentimientos.
Continué leyendo el resto del viaje, mientras el sol se acercaba al colchón de nubes allá abajo. Una luz anaranjada tintaba las paredes del avión y la pareja cuarentañera sentada a mi lado dormía sin calzado. Una calma ligera fluía a través de aquella luz. Entonces me di cuenta de que llevaba casi dos horas leyendo, sumergida de pleno en otro mundo. No echaba de menos mi móvil, no echaba de menos mi portátil. Estaba sola y sabía a madurez. Hay madureces que saben demasiado dulce, tanto que empalaga, pero la mía acababa de empezar y sabía a melocotón fresco. Tres chicos hablaban en el pasillo, levanté la vista y cacé unos ojos marrones. La volví a bajar a la revista. Cuando volví a mirar, los ojos marrones me cazaron a mí. Sonreí inconscientemente. Después pasé a ser una víctima de caza más y solo atraje la mirada de su amigo carroñero. Pero ambos eran una fauna respetable en aquel ecosistema efímero.
Medía la altura, diez mil metros según el piloto, en "aves fénix". Construimos significados a través de lo que conocemos, de lo que nos es cercano. Los 60 metros de altura de una atracción de parque temático quebrado en el Mediterráneo me servían como medida de que, sí, estaba más cerca de las estrellas. Cuando las luces naranjas, rojas y rosas fueron engullidas por la noche, distinguí una estrella en lo alto. Pero no parecía más grande, ni más brillante, a pesar de estar diez mil metros más cerca de ella. Las cosas maravillosas en la vida, por mucho que creas que te acercas, siempre serán inalcanzables.
Me guardé la revista en el bolso. Un país pequeño y oscuro asomaba a través del cristal. Muchas luces y atisbos de canales de agua. Había llegado ya a la lejanía, y me resultaba familiar. Sí, había vuelto a mi "casa".
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poesía
En el día mundial de la poesía, un brindis por todos esos poetas (embaucadores) que nos han endulzado alguna vez los días.
Otro por las noches que siguen, amargas y frías.
Y otro por las treguas bien merecidas.
Tras la botella vacía, a pesar de todo, no solo hay resaca: también melancolía.
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marzo
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café
Total, el pelo vuelve a crecer.
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mueca
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chocolate
No le gustaba llorar, ni mendigar el cariño que piden a gritos las lágrimas.
Pero aquella vez fue la más dulce.
Cuando abrió la puerta, dos surcos en las mejillas habían borrado su mascarilla de chocolate.
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nosotros, los habitantes
Ahora.
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abeja
Todo capullo ocultaba la frescura y belleza de una flor.
Cada pétalo podía arrancar un sí o un no.
Al fin y al cabo, siempre le había gustado volar
a donde el viento la llevara.
Pequeña y libre como una abeja.
El veneno era una advertencia
grabada a color en su piel.
Bajo ella, la secreta esperanza
de derretirse entre dulzura y miel.
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cuando todo era sencillo
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contra todo pronóstico
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my
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para variar, no
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2hearts
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paz
- ¿De qué te ríes?
Volvió a mirar. Juraría que me había mirado los hombros, y eso me desconcertó. Una punzada de orgullo herido pedía en silencio que me mirara el escote. Me había puesto un vestido de tirantes veraniego, por el amor de Dios. Otra sonrisa falsamente tímida y otra caída de ojos. Después volvió a mirar sin tapujos.
- ¿Desde cuando llevas ropa interior blanca?
La pregunta me pilló por sorpresa. Miré instintivamente al punto que tanto le había llamado la atención. Bajo un pliegue junto a mi brazo, se podía intuir de soslayo un sujetador de encaje blanco. No tenía tirantes. Había sido agudo. Mi orgullo se relamió, satisfecho.
- Desde que voy en son de paz.
Lo miré a los ojos y dejé caer los párpados, sonriendo a la cerveza.
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la electricidad
La energía es cinética, no se crea ni se mata. Tampoco se mantiene. La energía se mueve.
Su pregunta quedó respondida.
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Más
Estoy sola en el andén, sola. De repente, la noche es gélida e inhóspita bajo la cruda luz blanca de los neones. La gente es gris bajo sus abrigos grises. Me limpio la cara. He llorado por la izquierda. El último vagón del tren nocturno se pierde en la lejanía. Subo las escaleras y mi última mirada cálida se disuelve entre el gentío.
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polos opuestos
verano e invierno,
cielo y duna.
azul y amarillo,
verde y magenta,
cerrar la puerta
y echar el pestillo.
en el infierno
también existió la dulzura.
comparamos ruptura
con tremendo desierto.
y lo único cierto es
que el aislamiento
es la muerte prematura.
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bajar humos
siempre ver sin ser vista,
contestar rápidamente
cual coche por la autopista.
la oscuridad clareaba
a través de sus párpados;
otra mañana de sábado,
perdida entre sábanas.
se creía lista,
corazón de témpano,
escapista.
me importa un rábano,
decía.
y solo una sonrisa
bastaba para derretirla.
se vestía con utopías
para acabar desnuda
en sus pesadillas.
pero es así la vida,
darnos la mano,
encender la cerilla,
morir por combustión
con el humo gris
de la huida.
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nudo
vuelve a estrangular
esta última noche.
me aplico puntos de sutura
para ahuyentar
cualquier reproche.
no hay enfermedad,
ni cura,
que un mismo dolor
no forje.
una vez me dijeron
que hasta llorando
estaba guapa.
hoy solo soy triste borrón
dientes movidos,
nariz que sorbe.
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24
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madrugada ebria
si nunca llegaré a su nivel.
a ninguno de ellos,
especialmente ebria.
sigo deseando
una caricia
antes de la dejadez.
erizarse el vello,
sonrisa de perla.
la piel de gallina,
la timidez.
pero aquí,
yo, vulgar.
él vomita.
nada sé hacer,
nada sirve,
nadie me imita.
como por comer,
soy esa figura
de la que nadie
se fía.
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amateur
pero hay más madera.
el calor no es problema
cuando te arropan las horas.
bajo la mirada polvorienta
se escondían dos joyas.
el maltrato y la reventa
fueron puñaladas sordas.
la profundidad más honda
al final de la trastienda,
y un breve suspiro de menta
envió el globo sonda.
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fascination street
exhausta,
de tanta
caricia fina
y compacta.
no quiero
saber nada.
abandonarse,
olvidar a cada
bocanada.
la fascinación acaba
en el mismo callejón
en el que te dije
adiós.
nunca pude
y nunca
podré.
y yo no persigo imposibles.
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sacudida
apalear
malherir
este cuerpo.
aparentemente
infalible.
pero solo aparente.
en el espejo,
la vanidad
como reflejo.
pero somos tan
frágiles
por dentro...
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importa?
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extra
al paseo de la emergencia
hay solo un error.
si fue tuyo, mío, de los dos...
es la más nimia contienda
interior.
nada es perfecto,
por eso me gusta;
cada dosis extra
tiene su efecto.
extra de sonrisas:
efecto duradero
en el corazón.
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