novela

domingo, 15 de julio de 2012 a las 19:45
El viejo que fumaba puros en el balcón no sobrevivió al invierno. En su lugar, había otro viejo. Pero no era el que fumaba puros. Ya no tendría que pasar la vista con recelo por las ventanas de enfrente por si lo descubría, involuntariamente, despelotado frente a su televisor. Y aún así, sintió una especie de tristeza, una melancolía agudizada por súbitas brisas frías que convertían el invernadero en un remanso otoñal en medio del oasis estival y apabullante que asolaba la costa mediterránea.

Pero volvió la vista a su libro y pronto olvidó al viejo, a su carne flácida en la oscuridad y a sus eternos puros. Los escalofríos pasaron a agudizar la tensión del final de la novela.

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