martes, 31 de diciembre de 2013 a las 3:04
Si alguna vez pierdes tu patria,
si alguna vez la sientes lejos.
Recuerda: en mi cama
siempre tendrás un hogar
donde no echar de menos.

a las 2:30
Perdí la inocencia aquel sábado noche, el día de los inocentes. Hoy he pasado por la plaza y he vislumbrado su figura, fumando en la ventana, con las ansias esperándole justo detrás, metidas en la cama. La ficción supera a la realidad hasta que la realidad vuelve y... la ficción dolía menos. Era un dolor sordo. Ahora es punzante. Aquellas palabras que se me atragantaban en la garganta eran como un hambre invisible. De él. Una sed mortal. Siguen atrapadas. ¿Y si no es un te quiero? La ficción es un mecanismo de protección. Mi inocencia, en un rincón con vistas al centro de la tierra, lo susurra desde el sábado. Te quierodio.
viernes, 27 de diciembre de 2013 a las 20:51
Lo sabes cuando andas desnortada sin miedo a caer presa de ninguna fiera. Cuando el tiempo se licua y te nubla los sentidos, igual que el vino que agitas en tu copa. Lo sabes cuando recuerdas el color de sus ojos, y recuerdas que nadie le ha puesto nombre a ese color aún. Y cuando sonríe mirándote y te sube el calor por el cuello, y tú sonríes y él está rojo. Lo sabes cuando tu corazón inflamado se calma y late más fuerte. Y él late más fuerte aún en tus entrañas. Lo sabes cuando te lee con las manos y tú le estás dictando en braile que te lea entera, hasta el final. Cuando recuerdas su olor, el suyo, y su sabor, en la noche y en la mañana. Cuando sientes la desesperación de estar viendo un espejismo y sabes con certeza que desaparecerá igual que ha venido, dejándote la misma sed mortal. Lo sabes cuando intentas retenerlo y se te escapa de las manos dejando una estela de besos. Cuando prometéis con la mirada esperanzada que ninguno tiene, porque sabéis que si existen dos futuros uno devorará al otro. Dejaré que me devores, tragaré contigo. Lo que sea con tal de volver a sentir las náuseas que me provoca el reprimir un te quiero mirándote a los ojos. Lo que sea con tal de volver a sentirme atada a tu cama por este nudo en la garganta que no me deja decirte lo que siento. Es entonces cuando sabes lo que es estar enamorada.
sábado, 21 de diciembre de 2013 a las 23:48
florecer en la añoranza
y marchitarse en la tierra,
allá donde las raíces
esperan tu vuelta.

tardé en pensarte
y no pensé en la espera.
a veces pasan, fugaces,
los años sin rumbo.

y en la ciudad del viento
con los ojos, te busco.
no hay nadie en la calle,
la esperanza se apaga.

hoy vuelvo a casa
con las manos vacías,
y mi sonrisa se hunde
en la noche de otro.

y florezco entre mantas
soñando tus ansias,
imaginando que despierto
y te reconozco.


lunes, 16 de diciembre de 2013 a las 20:34
Yo soy más de crear que de destruir, aunque a veces el caos que creo acaba destruyéndolo todo.
domingo, 15 de diciembre de 2013 a las 23:47
Hoy duele. Duele escuchar la que era nuestra canción y sentir el nudo en la garganta. Duele recordar cómo me sentía como la chica de la peli y te pensaba como el chico poco comunicativo pero guapísimo que la quería a morir. Duele vislumbrar tu sombra recortada mirando por la ventana de la habitación en las alturas, las estrellas al alcance de nuestra mano, la luz tenue brillando en nuestros ojos y un pequeño colchón para soñar juntos. Duele que todo aquello no vaya a volver jamás, duele que se acabara antes de lo debido. Duele haberte esperado y duele que hayas venido. Duele que ya fuera tarde, duele que esto muriera demasiado pronto. Duele este verano de trabajo y discusiones, duele el otoño de sombra y frío. Duele verte después de tanto tiempo, después de un año, de un mes, y que seas el mismo pero nosotros ya no seamos los mismos. Duele ver que sigues tu camino y yo el mío, cuando una vez caminamos por el mismo, blanco como la nieve, como dos niños pequeños que descubren el mundo y sus entresijos. Duele recordar cómo nos descubrimos como dos adolescentes y nos hartamos como dos adultos para acabar perdidos como dos ancianos. Duele saber que son tus últimos días aquí y que he roto lo que te trajo hasta aquí. Y duele, todo duele. Hoy duele, como nunca hasta ahora.
martes, 10 de diciembre de 2013 a las 23:18
Despedí noviembre de madrugada. Noviembre dulce, había escrito en el calendario, pensando en chocolate. Chocolate oscuro, amargo, fuerte, como a mí me gusta. Así fue noviembre. Oscurso, amargo y fuerte. Me lo acabé y me quedé con las ganas. Al fin y al cabo... a nadie le amarga un dulce.
miércoles, 4 de diciembre de 2013 a las 0:18
Una vez, para castigarme por ser tozuda, me llevó al bar más cutre que conocía. Él conocía todos los bares, y todos los bares lo conocían a él aunque nunca los hubiera pisado. Solamente había señores y gente de barrio en aquel lugar, pero la mesa maltratada y aquellas cervezas en copa sabían a España castiza. Me hizo reír, siempre lo conseguía. La noche caía fuera y él no quería darme la mano. ¿O sí? No lo recuerdo. No recuerdo si alguna vez conseguí pasear de la mano con él. Pero no me importa. Recuerdo su mirada y su boca, y su barba, y recuerdo que sólo me sonreían a mí. Recuerdo que me arañaba el alma cada vez que tenía que huir de su casa al amanecer, como una cenicienta trasnochada. Ronroneaba y me pedía que me acurrucase cinco minutos más, pero nunca me quedé, nunca tuve su sexto sentido para saber cuándo está bien y cuándo no. Recuerdo que estuvo bien que un día me llamara por teléfono para decirme "te quiero" a las ocho de la mañana, recuerdo mi cuerpo sonreír por dentro, mis ojos irradiar felicidad, mi alma estallar.

Después recuerdo todo lo que siguió y la sonrisa desaparece, perdida en algún lugar del océano que nos separa. Y solo supe que no estuvo bien cuando ya no había posibilidad de sacarla a flote.

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