Estaba viva. Era medianoche y estaba respirando. 52 pulsaciones por minuto. Lou Rhodes susurraba palabras de esperanza en su oído a través de unos auriculares verdes. Llorar, reír, caerse, levantarse. Había vuelto y no pretendía irse. Había elegido vivir. Y la vida la había elegido a ella.
Su talón de Aquiles seguía recordándole que hay puntos débiles que no se deben exponer a la luz del día. Solo a la oscuridad de la noche.
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Hace 5 años
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