volar
Esa noche ya no era un pajarillo, aunque echaba a volar. La jaula había estado abierta todo el tiempo, y los gatos no eran un visitante hostil. Respiró con fuerza, cogió las maletas y batió las alas. Abajo, atrás, quedaban todo el rencor, todas las lágrimas. Era todo lo que quería ser. Esta vez, sí.
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sin mirar atrás
Caminar por la calle sin hablar. No saber qué decirse. Mirarse a los ojos y no reconocerse. Separarse en una calle cualquiera. Irse sin mirar atrás.
Seguiremos hacia adelante, aunque no haya salida en este callejón, aunque no haya futuro en este pueblo.
Big girls don't cry. Pero el nudo en la garganta es inevitable. ¿Dónde va a parar todo aquello que fue y que ya no es, y que ya no será?
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algo se apaga
Hoy, después de un año, he vuelto. No de pasada. He pisado las calles, he ido allí. Todo sigue igual. O casi. Yo no estoy allí, eso es lo que ha cambiado.
Y al volver, supongo que es lo que ocurre cuando algo muere, cuando la historia de una vida pasa recortada en retales por tus ojos. Esos ojos tuyos, a los que mira anhelante alguien que te ha mirado muchas veces mientras dormías, o te hacías la dormida. Alguien que te ha ofrecido sus brazos para acurrucarte. Alguien que significa mucho para ti. Que siempre tendrá una parcela en tu corazón, verde y florida, con olor a hierba recién cortada bajo el cielo azul.
Y miras hacia otro lado, y algo se apaga, y la sonrisa se congela, y comienza el deshielo, y sube el nivel del mar, y nos acabamos ahogando...
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vida
Su talón de Aquiles seguía recordándole que hay puntos débiles que no se deben exponer a la luz del día. Solo a la oscuridad de la noche.
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limbo
Después se preguntó si habría alguien capaz de llegar a conocer a todos los taxistas de la ciudad. Nunca se había vuelto a encontrar con el mismo.
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Pulp
Lo sabía, pero le daba igual. O lo intentaba. Lo más amargo es entender a tu propio verdugo, se repitió. Pero mientras se lo explicara con esa sonrisa, escucharía y dejaría la herida escocer. Dolía desde hace mucho. En ocasiones se dejaba curar. Incluso parecía que se había cerrado por completo, por arte de magia, o por derecho. La sal del mar ayudó, incluso le supo dulce. Pero no, hay heridas que se sienten en la piel, o en lo más hondo de las entrañas, mucho antes de producirse. Por física y por casualidad. Así empezó todo. Y el gran batacazo, la caída libre en picado, estaba a punto de llegar.
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miau
Pero no. Perdió el control de la bici un par de veces, recorrió media ciudad antes de encontrar el lugar al que había ido tantas veces. Llegó a su casa y, por arte de magia, recordó el número. Esperó testarudamente frente al portal casi una hora, y antes de darse por vencida, antes de coger un taxi y desaparecer, en ese lapso de tiempo que las series de televisión rentabilizan cortando el capítulo... en ese lapso de tiempo donde confluyen varios finales, escogieron el que acababa bien.
El que acaba con el chico y la chica reuniéndose en mitad de la calle, borrando la línea del silencio que los iba separando desde hace tiempo. Y después, dos sonrisas. Como antes no. Pero casi. Quién sabe si mejor.
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Nadine
Los amigos de su prima Anaïs han ido goteando toda la mañana. Y ahora se ha formado un gran charco. Húmedo y reluciente. Son unos 15. Y algunos de ellos no llevan a ninguna fémina colgada del brazo. Nadine sigue controlando la escena, y al cabo de un rato, cuando ya se han acostumbrado a su presencia, capta los primeros movimientos incautos.
Hay un rubio y un moreno que, de vez en cuando, miran disimuladamente hacia donde está ella. El rubio no es su tipo. El moreno lleva un bañador azul, a juego con sus ojos, y ha estado colocando el carbón para la barbacoa. No ha sido hasta que se ha quedado ocioso cuando se ha percatado de la joven de piernas torneadas que lee abstraída junto a la piscina.
"¿Quién es?", le pregunta sin darle importancia, entre otros comentarios, a Anaïs. "Es Nadine, mi prima, ha venido de París unos días". Vuelve a echarle un vistazo y, mientras prepara la carne, se distrae. Nadine lo ha observado todo atentamente, como un puma que vigila a una manada de gacelas a lo lejos, sin ser vista. Y la gacela más tierna y llamativa es el moreno.
Pronto empieza a salir un humo delicioso de las brasas y Nadine se levanta, como llevada por un instinto primario, en dirección a la comida. Tiene hambre, y está deseando darse un festín. Se dirige directamente a Anaïs, haciéndose la inocente: "¡casi me duermo en la hamaca!", y no tarda en estar charlando animadamente con algunas de las chicas. Para invadir terreno enemigo, al principio, lo mejor es camuflarse y causar una buena impresión a las autoridades.
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abismo
Tengo a mis pies el borde del abismo y a mi espalda una legión de miradas ávidas. Sobre mis hombros, el peso de la indecisión. Quieren que salte. ¿Quiero yo? ¿Adónde lleva esto? Al otro lado no se ve nada. Brumas y una niebla espesa que me impide saber si lo que viene será mejor o peor. ¿Salto o me quedo?
Y al final salto como una inconsciente. Ellos se quedarán con la idea de la valentía. Al otro lado nadie sabe nada. Y vuelta a empezar hasta que encuentre el siguiente abismo. O hasta que se convierta en un vicio lo de saltar ante multitudes morbosas que te elogian y luego desaparecen en la lejanía.
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autocontrol
Pero, en el fondo, la lucha interna acababa en menos de cinco minutos, cuando cerraba el portátil. Había vida ahí fuera, y tanto. De momento un Mediterráneo entero que se empezaba a quedar pequeño. Pronto, un océano. Y aún no sabía pescar, pero siempre se le había dado bien aprender la teoría. Por si acaso.
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Grey
Se estaban alineando los astros. Se portaría bien. No más cervezas derramadas por la noche, no más visitas. Las tentaciones seguían llamando a la puerta. Hoy eran tres, pero ni gatuno, ni pirata, ni queso. Seguiría impertérrita hasta conseguirlo, o hasta sucumbir. Y era muy tentador sucumbir buscándole cara al Christian Grey de las 50 sombras, pero en el fondo la tenía, impasible, y qué voz, y...
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vegas
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estrellas
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pirata
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eterno festival
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