café

martes, 19 de marzo de 2013 a las 14:56
Bebo un sorbo y levanto la vista. Una chica de ojos negros como mi café me devuelve la mirada en el espejo. Sus pómulos son redondeados y le están cortando el pelo a la altura de los hombros. Pero es solo una capa. Algún día, algún día lo haré, pero no hoy. El chico que está practicando con mi cabeza, cual niña que le hace gamberradas a su barbie, es esbelto pero demasiado delgado para mi gusto. Sonríe con calidez a pesar de sus ángulos, y chapurrea en inglés. Está cómodo en esa academia que le prepara para ser peluquero. De vez en cuando, llama al profesor, cuyo bigote me recuerda al del malo de Mulán. En esos momentos dejo de ser persona, me ponen el pelo en la cara y disfruto de mi pequeña contribución a la ciencia. Solo soy una cabeza inerte con pelo, y ellos están descubriendo América en forma de sanearme las puntas. Así, mira, así. El chico observa concentrado cómo su mentor levanta mis mechones y los recorta apenas cinco milímetros. A través de la densa mata de pelo que me tapa la cara, me dejo hacer.

Total, el pelo vuelve a crecer.

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