Grava

jueves, 4 de junio de 2009 a las 23:36
Aquellos columpios. Tardes de vueltas, saltos, sonrisas, tierra, piedras. Toboganes por los que la vida se desliza. Un parón en seco, una montaña de cuerpos.
Y vuelta a empezar.
Sin recuerdos. Sin memoria. Una amnesia caprichosa que sólo otorga la sensación de haberos visto alguna vez. Vuestras miradas me son familiares. Miradas ahora diferentes, duras, melancólicas, felices, indiferentes, convencidas, miradas sinceras. Almas reflejadas en espejos brillantes y limpios que ahora están rotos y sucios. Pisoteados. Resquicios de cristal. Años de suerte. Ni mala ni buena. Azar.
Esos ojos que una vez recorrieron el mismo camino que el mío durante tardes interminables, esos ojos que prometían amistades infinitas, que me enseñaron el significado de la palabra siempre. Siempre... y para siempre.
Pero nunca he entendido para qué sirve realmente esa palabra. Siempre no existe. Siempre se acaba. Siempre.

La grava cruje cuando la piso. Los árboles han crecido y dan una sombra fresca. Nosotros hemos crecido y sólo somos sombras de lo que fuimos. Ya no recuerdo ni siquiera de quiénes hablo. Pero todos esos niños me son familiares... todos esos niños que se tiran por el tobogán y hacen un tapón.
Cuerpos amontonados.

En todas las ciudades hay cementerios.

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