Miradas

martes, 12 de mayo de 2009 a las 0:30
Me mira. Salgo de la ducha, y al abrirme paso entre sutiles bailarinas de vapor, me veo reflejada. Me reflejo en ese espejo que me conoce mejor que nadie. Me reflejo en esas palabras que has dibujado con tus dedos mientras yo no miraba.

Me mira aunque no esté ahí. Desde el techo, ese que nos ha visto caer rendidos tantas noches, ese que ha oído la dulzura con la que arremetíamos el uno contra el otro en una carrera sin ganador ni perdedor.

Me mira desde ese ángulo que siempre escondo en las fotos, el que sabe que no me gusta. A sus ojos no puedo esconder nada, siento vergüenza, me sonrojo, a veces me humilla su vista clavada en mis puntos más débiles. Me atraviesa sin piedad. Lo acepto, me tendré que acostumbrar.

Sé que no se va a ir. Que me perseguirá, se convertirá en mi sombra. Esperará a que se haga de noche y esté sola para mezclarse entre la oscuridad y rodearme, abrazarme, susurrarme todas esas cosas que no quiero escuchar. Me apretará tanto que sentiré el calor de la sangre que corre por nuestras venas, los latigazos que me da con cada pálpito.

Yo puedo verlo. No lo elegí. Mucha gente quisiera, pero no tienen ni idea de lo que es verle la cara. Su cara es indescriptible. En ella veo todo lo que he hecho mal a lo largo de este tiempo, nunca me regalará una sonrisa, y sabe que lo entiendo. Sus ojos vidriosos y cansados, de tantas lágrimas y noches en vela; sus labios cortados de los nervios y el autocontrol; su piel apagada y fría... como el fuego de una esperanza cuando se extingue.

Ha venido, como suele hacer todas las noches. El fantasma de mis errores.

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