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- Mugler, será Mugler - dije desde detrás de mi copa de vino autoservida.
De puertas adentro ocurría todo. Los privilegiados podían probar a tiempo real el jamón ibérico y el queso manchego, después recrearse en el ostentoso solomillo adornado con una ridícula zanahoria, y finalmente morir de gula con la bomba de chocolate y avellana que aguardaba para el postre. Más tarde, en la moviola, nos tocaría a nosotros. Pero primero había que retransmitir desde el pequeño chiringuito montado fuera del salón. Y, por supuesto, la comida era lo de menos.
De vez en cuando aparecía algún alto cargo desorientado y me preguntaba dónde estaba el baño.
- Uy, la verdad es que no lo sé - decía yo, intentando que mi sonrisa conjuntara con mis pendientes de brillantitos de marca blanca.
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carta a ninguna parte
Digo adiós como lo digo últimamente, desde que me hice adulta: en silencio. Me voy sin mirar atrás, sin dejar rastro. Encontrarás aquella parcela verde que te guardaba en mi corazón vacía. Solo crecen flores allí, y lo sabes. Sobre el cadáver brota la vida. Allí esta la tumba de un amor que construimos sobre ruinas. El escondite donde me derrumbé tantas noches, esperando un ideal que no existía.
Prefiero no recordar las horas perdidas, los celos irracionales, la soledad de la pareja ausente. Prefiero olvidar los versos de Quique, las sonrisas embelesadas, la adolescencia del veinteañero que todavía eres. Por poco tiempo. Los dos vais a ser felices, como lo sois ahora. Y un día caminaréis lejos hacia una vida que un día soñé para mí, sola, en mi cama. Es mejor soñar la vida con quien compartes la sábana.
Yo lo sigo intentando, pero nunca recuerdo nada. Mala memoria, inconformismo, o la mediocridad que me tiene atada. Sea como sea, ya no es asunto tuyo. Ahora tienes a otra persona en casa. Otra persona. Y casa. ¿Recuerdas la última vez que intentaste besarme? Yo tampoco. Dicen que es un mecanismo para superar los traumas, yo lo llamo... pasar página.
Y si un día despiertas y el sueño te sabe a pesadilla, recuérdame. Acuérdate de mí, e inténtalo de nuevo. Quizás siga esperando a que me hagas todo lo feliz que pudiste hacerme hace tiempo. Todo lo que no pudiste hacerla a ella. Quizás siga esperando a que me recojas en una estación de Suecia. Y a que no vuelvas a irte de mi lado. O quizás sea tarde para construir en nuestra parcela. Quizás ya sea todo historia. Y aquellos acordes de guitarra sobre la arena... bajo las estrellas.
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agua
las noches en el agua
esperando al olvido,
poco a poco, sin querer
yo me oxido.
Tenue desgaste,
el del barco hundido
que un día soltó lastre
sin haber medido
la magnitud del desastre.
Y yo aquí sigo,
soñando contigo,
nadando sin causa
y sin ver un final;
perdida en el agua.
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motel
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El barrio
No quedaban muchos días para volver a la rutina de siempre. Madrugar, sentarse en el pupitre y rellenar páginas pautadas copiando lo que decían cuatro libros hasta ganar un aprobado varios meses después. Pero su vida era lo que quedaba fuera de aquellos libros. ¿Qué necesidad había de estudiar las vidas de otros cuando estaba escribiendo la suya propia? Cuando podía elegir a la chica protagonista de entre muchas candidatas, hacer que sus amigos cometieran locuras como si dispusiera de una varita mágica e incluso quemar la página con el fuego de su mechero si no le gustaba el resultado. La vida era lo que ocurría al sonar la campana y dejar la mochila en casa, al bajar al banco del parque y reunirse con Carlos, con Damián, con Luis o Álex. Cualquiera quería sentarse a su lado.
Y él prefería aquel banco a la mesa del salón donde cenaba cada noche, acompañado ocasionalmente. Su madre llegaba tarde de la peluquería donde se mataba a trabajar, y al llegar solo le apetecía comer algo preparado, ver la tele y dormir. No recordaba la última vez que había visto a su padre, quizás dos semanas. A mamá no le gustaba que fumase pero a él le parecía una incoherencia que su madre intentara prohibirle algo que hacía a todas horas. Al salir de casa, al salir del instituto, podía tocar lo que tanto ansiaba: libertad. ¿No se daban cuenta los adultos de que las jaulas solo servían para mantener a las bestias así, como bestias?
Carlos tenía la mirada perdida en la esquina de la calle. Una chica que no conocían la había girado y ahora cruzaba el paso de cebra hacia ellos. "Hasta luego", le dijo. Lucía seguía sin hacer ni puto caso y se iba a hacer la hora de volver a casa. La chica ni lo miró, también andaba absorta en su móvil. ¿Es que ninguna podía hacerle caso? ¿No podían dejar el móvil para otro momento? "¡Fea!", añadió, siguiéndola con la vista. Para su sorpresa, la chica le soltó un "gilipollas". Manu levantó la vista y rápidamente le contestó: "¡Tus muertos!". Ninguna fea iba a insultar a su amigo e irse de rositas. Por eso todos querían estar con él, por eso Manu era el mejor amigo de sus amigos: los protegía a la vez que podía contar con ellos para lo que quisiera. Pero el telón de la noche cubrió la tarde y otra vez tenía que volver a casa, a cenar algo recalentado al microondas. Y a aguantar otra mañana...
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Prefiero volver a caer
En el sueño profundo
De una noche de marzo
Allá donde la fábula
Tropieza en tu encanto
Y el príncipe olvida
Que no puede querer
Y yo, alegre y sola
Me marcho cantando
A perder un zapato
Bajo tu atardecer
Pero no está tu gato
Y sin ti me resbalo
No vas a ser tú
Quien me enfunde los pies
Aún sigo soñando
Que un día lejano
Una noche, tal vez
Escribirás con tu mano
A la luz de la luna
Con el fin de los años
El inicio, la ternura
Que promete un The End
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objeto de deseo
Así que un día no pude aguantar más: lo agarré en volandas y me encerré en el probador con él. Juntos, ante el espejo, formábamos la estampa más bella jamás creada. Estaba alarmado, pero lo solucioné rápido con la gracia de un imán. Cinco minutos después, huimos y nos perdimos entre la multitud de la calle.
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Me voy, me fui
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Sin identidad
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Afecto.
Espacio.
Tiempo.
La felicidad se escribe en pasado.
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eras hombre;
si hablamos de tu género,
poesía
te leía con los dedos
la espalda escrita en braile,
historias de amores perros
y primaveras en el aire
y tú te dejabas,
como libro abierto
hoja en blanco, inmaculada,
ansiando que fuera a mancharte
esta noche no hay tinta
que me ampare
ni late la sangre
ahogándose en risa
solo queda el recuerdo,
la memoria empañada;
la esperanza enterrada
de volver a encontrarte
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suárez
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Pienso en las cosas que no me gustan, y la lista es tan larga que es más fácil pensar en las que me gustan. Y tampoco. ¿Tú? Sí, pero a medias. ¿Y cosas que me entusiasmen? Siento la impetuosa necesidad de hablarte, de preguntarte y que me des una idea. La descarto rápido. No, tú no. Tú no me entusiasmas. Déjalo. Déjate ir, déjame.
Pero cuánto me gustaría que estuvieras aquí esta noche, dándome la espalda bajo la manta.
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tú te quedaste dentro
recuperé mi cuerpo
pero permaneces
como un tatuaje
marcado a fuego
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