descafeinado

jueves, 23 de mayo de 2013 a las 19:42
¿Qué sentido tenía el café descafeinado? Miré la taza con escepticismo mientras balanceaba las piernas por fuera de la barandilla. Las bicis se sucedían una tras otra. Niños, chicas, trabajadores, abuelas. Nadie miraba hacia arriba y a mi me gustaba la sensación voyeur con la que podía analizar sus vestimentas y sus rasgos físicos.

Sorbí con parsimonia y mientras degustaba aquella excentricidad carente de propósito, me di cuenta de que sabía bien. De hecho, sabía mejor que el café con cafeína. Volví a sorber. Me pregunté si era el capuccino o las virutas de chocolate con las que había querido camuflar cualquier atisbo de sabor a café.

Cuando me acabé la taza tuve que admitirlo: quizás el café descafeinado tenía sentido. Quizás hay quien disfruta del sabor del café, o de sostener una taza humeante a media tarde. Quizás quiere una excusa para charlar sin tener que arriesgarse a las taquicardias o las noches en vela. Quizás, simplemente, es un capricho del consumo. Café sin cafeína, cerveza sin alcohol.

Y sentí un poco más de comprensión por el amor sin sexo, y el sexo sin amor.

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