pirata

jueves, 9 de agosto de 2012 a las 22:53
No hizo falta mucha magia para hacerla caer en su trono: él tenía todas las características. Ojos de gato, barba de cuatro días, un cubata en la mano, una sonrisa en la boca y tonteos con tonterías. Se secuestraron mutuamente durante unos días, hasta el amanecer, durante la noche, por la tarde. Bebieron bajo la luna, petaca escondida, besos entre la multitud. Nadie se esconde ya. Y entonces pensó: "¿y si son todos clones unos de otros?". Pero sabía que no: él era una raza nueva de hombre, no de la de aquel náufrago de conversaciones y miradas interminables a través del humo.

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