pleasantville

lunes, 14 de mayo de 2012 a las 0:40
Hace años, en clase de francés, vimos una película clásica. Ya no recuerdo cuál es, pero recuerdo la lección. El significado del blanco y el negro. Y la larga escala de matices entre uno y otro. Era fácil saber cuándo uno de los protagonistas iba a hacer algo malo, porque su vestimenta se oscurecía.

Ahora las películas, como la realidad, son en color. Para que puedas ver lo guays que son las explosiones de los coches y cómo le brilla el escote maquillado con polvos dorados a la chica. Incluso puedes ponerte unas gafas para apreciar más de cerca la piel azul de un avatar que nunca tendrás.

La ficción supera a la realidad, parece. O la sustituye. Porque alrededor nuestro los colores ya no son tan vívidos. Somos grises y hemos construido un mundo gris. Hemos pasado de vivir en color a vivir en blanco y negro.

Y lo peor de todo es que, a pesar de su sencillez, ya no entendemos su significado. No somos capaces de distinguir blanco y negro. No somos capaces de diferenciar lo que está bien y lo que está mal.

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