Marlon

jueves, 6 de enero de 2011 a las 0:03
Para mí, y para todos, siempre había sido Carlos. Concretamente, Carlitos "el pegón". De pequeño había sido uno de esos niños extraños, blancuzcos y con tendencia a aislarse; que al crecer un poco, protagonizaban escenas de esas que nunca se olvidan. Recuerdo un día en el parque, se cayó y fui a ver si estaba bien: me respondió con un puntapié en la espinilla. Carlitos era raro, sí, pero era duro de pelar. Después ya se volvió más normal, dentro de lo que cabe. Podría considerarlo un antiguo conocido, pero de esos con los que no profundizas porque a la mínima que les cuentas algo se ha enterado todo el vecindario. Y finalmente, le perdí la pista.

Y ahí estaba, pidiéndome ser su nuevo amigo en una red social. Lo reconocí por su indeleble sonrisa macabra, ya que el resto de su aspecto era completamente diferente. De hecho, ni siquiera se hacía llamar Carlos. Ahora era Marlon, reconocido gay de la noche de Valencia. Llevaba unos pantalones extremadamente ajustados que hacían parecer palillos a sus largas piernas; nada cubría su torso, aunque tampoco tenía nada que lucir, ni siquiera pelo en pecho. Pelo cortado a lo kinky, un piercing en la nariz y una pose cuanto menos esperpéntica. Esa era toda la información que podía sacar sin aceptarlo todavía. Pero ¿para qué quería más?

No sé por qué, pero tras dos días sin ignorarlo ni aceptarlo, acabé cansándome de verlo ahí en pequeñito, molestándome como una mancha de tomate en un polo blanco recién lavado. Y lo acepté. Dejé que volviera a entrar en mi vida. No esperaba que dijese nada, no sabía por qué me había buscado, tampoco me lo pregunté. Fue un acto insconsciente. Sin embargo, habló.
-Hola, ¿te acuerdas de mí?
-Claro, Carlos. ¿Qué es de ti?
-Caray, hace tiempo que no me llaman Carlos. Pues verás, el otro día me acordé de ti. No sé, sentí curiosidad por ver cómo te iba y eso.
-Ya veo, ahora eres Marlon. Pues me va, que ya es bastante. Gracias por acordarte.

Me disponía a zanjar la conversación de chat carente de emoción con un sufrido emoticono de guiñar el ojo, pero se adelantó.

-¿Vas a hacer algo esta tarde? -la verdad es que iba a salirme por la tangente, porque nunca sabes si te lo preguntan por acoplarse a tu plan o por hablar, pero no tuve tiempo de reaccionar- Lo digo porque voy a pasar por el Starbucks de al lado de tu casa. Estaría bien verte.

Si no fuera porque era gay, y sabía que no me estaba proponiendo una cita con final dudosamente feliz, habría cerrado la ventana y me hubiese puesto a otra cosa.

-Bueno, la verdad es que no pensaba irme muy lejos.
-¿Qué te parece si bajas a las 7?
-Bien, estaré en la puerta.

Y allí me planté a esa hora. Por un momento dudé, ¿aparecería semidesnudo y esperpéntico como en su foto de perfil? Luego decidí darle un voto de confianza injustificado y desesperado, ya que no tenía otro plan, y seguí allí plantada, como si mis pies fueran dos pesados ladrillos.
Cuando apareció lo reconocí enseguida. Iba bastante más formal: vaqueros, camisa de cuadros, gafas de pasta. Podría parecer que describo a un leñador intelectual, pero iba a la última, rabiosamente moderno. Nos saludamos y acaparamos un par de sillones, un par de frapuccinos y un par de silencios ostentosos. ¿Quién sería el primero en hablar?

-Entonces ¿qué tal todo? No tenías plan hoy... ¿te suele pasar?, ¿no tienes novio aún?

Su sonrisa macabra asomó a los dos lados de la pajita, por la que succionaba con avaricia su batido de caramelo helado. Maldita sonrisa macabra de Carlos. Perdón, de Marlon. Miré por la ventana larga y pausadamente mientras levantaba las cejas, dándome misterio.

-No, no tenía plan.- puso una falsa cara de pena -y sobre lo del novio...
-Oh, perdona si he sido cotilla, no pretendo husmear. Tranquila. -¿Tranquila? Los cojones, esto es muy raro, Marlon Brando.
-Carlitos.- me miró con los mismos ojos que cuando era pequeño y pareció indefenso.- Carlitos, no sé que quieres. Pero ya sabes que soy muy directa: el que no tenía plan eres tú.
-Bueno...
-Y el hecho de que nos estemos tomando algo en estos sillones en el Starbucks no nos convierte en amigos.
-Mira que eres áspera...
-Y tú cotilla. Y, no es por nada, te contaría mis cosas. Pero no me fío de que seas capaz de mantener la boca cerrada.
-Ahora verás.

Nos pasamos los siguientes diez minutos mirando por la ventana con la boca cerrada.

Imperfectamente | Powered by Blogger | Entries (RSS) | Comments (RSS) | Designed by MB Web Design | XML Coded By Cahayabiru.com