Jamás le había gustado la poesía.
No la entendía.
No era lo suyo.
Pero devoró con avidez aquellos versos
de la Vulture,
igual que ahora devoraba los de un Wordpress.
Y a cada párrafo deseaba.
Llevaba mucho tiempo encendida.
Esperando una casualidad.
Pero se cruzó la física
también, aquella noche.
La espiral parecía interminable,
protectora como un guante
suave, cosido a mano en París.
O en Bélgica.
Y le daba pena,
mucha pena.
Desdibujar sus curvas.
Guiando irreversiblemente al olvido
hasta el centro de Holanda.
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Hace 5 años
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