Sus brazos en el retrovisor. El aire silvaba en mis entrañas y el asfalto brillaba como la luna. Semáforo en rojo, uno tras otro, pero disfrutaba tanto... Give it a ride. En el fondo, siempre me han gustado los chicos malos. Se saben los caminos más interesantes, rozando peligrosamente cada curva. Y yo no soy un ángel del infierno, pero tampoco un ángel del cielo.
Carretera y speed
| 0 comentarios |
poesía
No la entendía.
No era lo suyo.
Pero devoró con avidez aquellos versos
de la Vulture,
igual que ahora devoraba los de un Wordpress.
Y a cada párrafo deseaba.
Llevaba mucho tiempo encendida.
Esperando una casualidad.
Pero se cruzó la física
también, aquella noche.
La espiral parecía interminable,
protectora como un guante
suave, cosido a mano en París.
O en Bélgica.
Y le daba pena,
mucha pena.
Desdibujar sus curvas.
Guiando irreversiblemente al olvido
hasta el centro de Holanda.
| 0 comentarios |
underwear
En aquel momento era un polluelo que apenas conocía a aquellos seres de Marte. Ella, pese a ser menor, ya los conocía, digamos, a fondo. Pero sin resultar para nada vulgar. Aún le faltaban unos años para ser mayor de edad y sin embargo era una mujer, independiente y fuerte.
Años después, tras avanzar a su lento ritmo, la comprendió. Llegaba a casa con ropa interior nueva, colorida, sexy. Se sentía bien, se gustaba frente al espejo. El deseo era palpable, una consecuencia de su renovada seguridad en sí misma. Pero no tenía a nadie con quien compartirla. Y entonces, además, la admiró.
| 0 comentarios |
trozo de pan
Pocos meses después volvió a ser la de siempre y lo abandonó. No era capaz de sentir el mismo dolor que sentía él, pero sí le dolió haber convertido un trozo de pan en un simple pañuelo con el que secar sus lágrimas, y solo sus lágrimas. Fue un acto egoísta. Y durante un año le seguiría la más absoluta y desesperada libertad, un volar de flor en flor con el objetivo único de probar la miel, caprichos dulces.
Y ahora, el karma le había devuelto la jugada. Mientras escuchaba los crujientes cereales con chocolate disolviéndose en pequeñas corrientes de serotonina, entendió los significados de la conveniencia, la apetencia, el deseo y la soledad. Estaba cansada de jugar, pero la competición de su vida estaba por llegar, y le quedaba poco más de un mes para comprobarlo.
| 0 comentarios |
taxistas
El antepenúltimo era charlatán, hacía gala de un sentido del humor cotidiano, acostumbrado a los pequeños detalles que hacen diferente un día de otro. Ni se percató del detalle que hacía diferente la noche de sus pasajeros del asiento trasero: unas caricias titubeantes en las manos, algunas miradas de reojo. Era un principio alentador. Solo dos personas, una noche por delante y las ganas acumuladas en el contador de kilómetros.
El penúltimo era uno de esos mañaneros que, a pesar de tener pareja, miraba con los ojos a punto de salírsele de las cuencas a una chica que volvía a casa una vez amanecido el día. Su voz sonaba ávida de cosas que, al parecer no tenía en ese momento. Ella tampoco podía tener lo que quería: un despertar tranquilo en brazos de alguien que le hiciera el desayuno después de, quizás, una noche de rutina sexual. Al menos había disfrutado de algunos abrazos y un sexo nada rutinario, ya sin caricias titubeantes en las manos ni miradas de reojo.
El último era un taxista de madrugada. Casi ni reparó en aquella chica que había salido hecha una barbie de casa y ahora parecía una barbarie. La sonrisa y el poco maquillaje que habían arrancado piropos de varios hombres aquella tarde habían quedado arrasados por las lágrimas. Ironías de la vida, sonaba My Friend, de Groove Armada. Nunca antes había creído que la vida real tuviera banda sonora, como en las películas. Pero así era, y sonaba en el momento justo. Amigos. Armada hasta los dientes.
| 0 comentarios |
siempre duele
Solo queda aguantar estoicamente, seleccionar los recuerdos que se quedan y los que se van a la basura. Pero, te quedes el que te quedes, nunca volverá. Ya no existe ese momento, ni ese lugar, ni esa persona. Solo existen en tu memoria. Al principio, las lágrimas mantienen limpio el escaparate a través del que ves esas imágenes. El cristal es transparente, fino, tanto que si te apoyas en él corres el riesgo de romperlo, caerte encima y clavarte los trozos. Con suerte, las lágrimas duran poco y el escaparate va acumulando polvo. La luz ya no entra allí y los recuerdos quedan relegados a la oscuridad. Quizás con alcohol puedas desempañar un poco los cristales y, en momentos de lucidez ebria, atisbar lo que queda de todo aquello.
Duele pensar todo eso y duele ahora mismo. Siempre duele.
| 0 comentarios |
acontecimientos
| 0 comentarios |
novela
Pero volvió la vista a su libro y pronto olvidó al viejo, a su carne flácida en la oscuridad y a sus eternos puros. Los escalofríos pasaron a agudizar la tensión del final de la novela.
| 0 comentarios |
Desidia
Tinta china se diluye en mi día. Apatía, dientes que rechinan. Sobre la mesa, fantasías. Mis cartas bocarriba, tu farol, mi delicia. Soledad y desidia. Mi cama convertida en isla. Inalcanzable, perdida. La tentación siempre me encuentra ebria. Imagino caricias y la piel se me eriza. Desasosiego y paciencia. Mañana muevo ficha.
| 0 comentarios |
todo o nada
No le gustaban los extremos, pero al final siempre jugaba a todo o nada.
Blanco y negro, dos pequeñas telas sobre la arena mojada.
De agua fría la jarra, de fresa la mermelada.
Y entre ceja y ceja, cuatro ideas incrustadas.
No te resistas, niña imantada.
Acabarás cayendo como cae la nevada.
Implacable, blanca, helada.
Gélido el corazón, caliente la mirada.
Y vuelta a empezar.
Hasta cantar victoria.
Enemigo hundido.
Partida ganada.
| 0 comentarios |
Morriña
El camino que llevaba a tu casa era alegría. Me pregunto si alguna vez volveré a pasar por allí. Morriña. Por suerte, me voy de aquí pronto. Y cada día pienso en ti un poco menos. Un lugar sin noticias cae en el olvido. Deshabitado. Silencioso. No me lo habría imaginado así, pero es una de las cosas que he aprendido: hay que dejar que las cosas fluyan. Se me hace dificil no llamar la atención. Pero mi imaginación vuelve a florecer. Cuando cierras la puerta, el oxígeno entra por la ventana. Ahora tengo una cosa más en común con la Watling: me encanta su marido. Creo que he visto una luz al otro lado del río...
| 0 comentarios |
Cuidate
| 0 comentarios |