Y no se me ocurrió otra cosa que salir al balcón, poner los pies a remojo y sentarme a que me diera el aire. Era fresco, y se me puso la piel de gallina mientras escuchaba la voz del interlocutor de radio anunciando un rescate. No sé si por el frío del aire, de las palabras o del futuro. Todo se quedó helado en ese momento. Un rescate. Miré al cielo, por si llovían billetes. Pero no.
Entonces sonó mi móvil y tu nombre apareció en la pantalla. Ese fue mi rescate. Mi tesoro llovido del cielo.
Quién era?
Alguien que tenía mi número.
Qué manera de desvirtuar un bonito texto... Deberías imaginar más y preguntar menos.