Mayo ha convertido mi vida en un paisaje bucólico. El sol entra por todos los poros de mi piel, y el calor llega hasta lo más recóndito de mi cabeza. Y en medio de este placer pasajero, que está en el ojo de un huracán, me pregunto si tanto calor no me estará afectando a las neuronas y me estaré volviendo tonta. ¿No estaré invirtiendo mis ilusiones y mi tiempo a fondo perdido? Probablemente sí. Pero para todo el tiempo e ilusiones que pierdo en tonterías, por una vez que lo hago en algo que me gusta... quizás lo que está ocurriendo es que estoy dejando de ser tonta. Qué paradójico.
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