En contradirección hacia una luna empañada, briznas de trigo invisibles acarician mis piernas; sin embargo, soy ligera, no siento nada. Voy con los ojos cerrados hacia la ensenada, cala mis huesos el salitre; bajo mis manos, adivino tu figura recortada. Clarea la noche, ahoga la marejada. Sólo puedo imaginarme sobre la arena mojada. Imaginarme, dibujarte... líneas que siempre devora la espuma, cada vez más delgadas. Copas de vino derramadas bajo la oscuridad estrellada, mi silencio, tu guitarra. Y al final, lo inevitable, un alba despuntada.
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