jueves, 13 de diciembre de 2012 a las 17:47
Las burbujas amargas
acariciaban su paladar,
su espalda,
con el mismo tacto
que una espada.

La que se clava
allí donde latía
un rojo corazón,
hoy de absurda arpía.

Es inexorable.
Se dio cuenta tarde,
en el minuto primero
de la hora más miserable.

Quieren amarte,
pero la maldita
tristeza
por cualquier resquicio
siempre te invade.

Qué hacer cuando los decorados
son reales?

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