domingo, 3 de enero de 2010 a las 20:28
Se relamía distraída mientras miraba por la ventana. La nata sabía mucho más dulce cada vez que sus ojos se iban tras algún chico que pasaba, sin saber que estaba siendo observado. Enfrente había una cafetería, y cuando ella se sentó en su sillón, reparó en dos señoras que charlaban animadamente al otro lado, ajenas a lo que ocurría alrededor. El cristal de aquella cafetería hacía las veces de burbuja en la que se aislaban, no una ni dos tardes a la semana, sino probablemente más. Su vida ya había llegado al clímax, y no tenían cosas interesantes en que invertir su tiempo. O quizás es que su físico ya no les permitía realizar las cosas interesantes que hubieran deseado.
Sea como fuere, allí se sentaban las señoras. Piernas cruzadas, café, pulseras de oro y peinados de peluquería de esos que se mantienen desde las 9 de la mañana. En cambio, ella estaba sola. Sorbía la pajita en silencio, conversando con ella misma. No creía que los diálogos de aquellas mujeres fueran más interesantes que los suyos propios.

Encima de la mesa tenía una libreta en blanco. Hace tiempo, el papel en blanco le habría parecido un manjar. Una deliciosa libreta de nata sobre la que se hubiera abalanzado, que hubiera devorado con avidez. Por su imaginación correteaban imágenes, sonidos y letras, que ella dibujaba con el boli respetando los márgenes y las reglas de ortografía.
Sin embargo, esa hoja en blanco era difícil. No le daba ganas de comer. Tenía tema libre para rellenarla, ni siquiera se le exigía respeto por nada, podría escribir de izquierda a derecha o en apaisado, si le apetecía. Era completamente libre para hacerlo como quisiera. Y eso la bloqueaba.
No tenía por dónde coger la hoja, por dónde empezarla. Así que la arrancó, la hizo una bola y la dejó encima de la mesa.

Imperfectamente | Powered by Blogger | Entries (RSS) | Comments (RSS) | Designed by MB Web Design | XML Coded By Cahayabiru.com