La memoria me impide volver a ser yo misma. Soy una víctima de mi propio olvido. El atardecer se me escapa y siento haber vivido la misma sensación un millón de veces. Otro día más, y sin darme cuenta ha pasado una semana, un mes, cinco meses. Y no recuerdo qué he hecho, nada importante. Tal vez sea porque esta vida pasa sin pena ni gloria. O porque nací para ser vieja y lamentarme de una vacía juventud. O tal vez yo no vaya a ser vieja nunca. Igual que nunca he sido joven.
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